Diecinueve Secuencial
Questo è l'Isonzo e qui meglio mi sono riconosciuto una docile fibra dell'universo
Il mio supplizio è quando non mi credo in armonía
-G.U.
Yo soy esta ciudad que se ennegrece, el
matiz de tonos purpuras y azules que oscurecen el Ávila, una quebrada que se
desplaza sin descanso en la serranía,
soy historia, independencia y revolución,
armas e intelecto, corrupción, democracia y soberanía,
soy un ave presa, libertad. Como lo verde, me abro paso a través de grietas, entre el cemento, florezco y me
luzco, bailo bajo la luz. Yo, esto que soy y siento que soy, baja y sube las
escaleras, concientiza, premedita y decide, es carne y hueso que aprieta un
cuerpo que está adentro, muy adentro en la jaula que lo retiene.
Soy mi historia, padres jóvenes abnegados, casas de bloques anaranjados y
edificios en la lejanía. Amigos muertos y despedidas, guiones
tras telones para dar paso a huidas y el amor, soy amor entre mi sensibilidad. Música, melodía,
soy lo que siento, piel de gallina, dopamina, un vocabulario extenso, un
desarrollo lento y la vida, soy la selección natural,
pulgares y fuego, una obsesión por
lo no descubierto y por lo que deja dudas, por la vida más allá de los paradigmas y viajes interplanetarios, soy
la flama en mi cuerpo que arde y que al consumirse sale, por entre los oídos, para darme gusto del espacio que me rodea, de los
cuerpos que me acompañan y a veces me esperan, de lo condicional del tiempo y
lo relativo del espacio.
Paciencia, sacrificio, oportunidades que
edifican, un viaje para conocer el mundo y sentir que no conozco nada. Soy mi
propio castigo, quien desconfía y
sobreanaliza, se toma los cuentos de manera personal y es monotemática,
Suite de Debussy, Solos de Morello, un trabajo absurdo donde siento que muero y
las clases fuera de sintonía, las mujeres hablando de otras mujeres y los
hombres jactándose de estar con mujeres, adultos temiendo morirse y los
niños llorando, este país decadente, de déspotas y sanguijuelas, de pobrecitos niños que
no tienen la culpa, soy quien ve y se cruza de brazos, se queja y desea el
exilio o la abducción, la deserción.
León es un señor, mal momento buena cara,
cuenta buenos chistes y es sereno, tranquilo flota en el aire como una pelusa,
de pocas palabras es como Verne, conoce todo el mundo, viaja y respalda la
ciencia ficción, un plato de comida con reacciones
estupefacientes e historias donde va de bajada en un tobogán, aun estando estático está
de caída libre. Yo soy y tú eres, León tu eres, yo la ambivalente, indecisa y
prepotente, una que otra lágrima de reptil que no te conmueve, ojos cubiertos
por parpados que no te apetecen, tu quien no me quiere, la intención temprana de tenerme, probarme y devolverme a
donde pertenezco. Que si, si te quiero, no volvería a
conocerte. Si me preguntan por ti acuso a la memoria de mezclar las caras y los
nombres, Celina rima con María y tú no puedes ser de allá, yo nunca me cruce contigo entre polaroids y tomas
cenitales de jardines, jamás y nunca te conocí.
Dirán que yo, que soy inocencia y verdad, estoy enloqueciendo, que me leyeron
contigo en un cuento y que mientras agarraba el bus mis ojos no se despegaban
de ti.
Me eche a morir, el lunes y el martes no comí y el miércoles me
dio la loca de pensarte, atribuir lo que tu llamas indecisión a la teoría irracional
de alejarme, con la esperanza de que te acerques, de decir que no esperando que
me sujetes de la mano derecha y me digas lo que quieres, quédate Sarah,
quiero dormir contigo, no te vayas, te echo de menos, vamos a intentarlo, no se debería acabar.
No me sorprende que no haya resultado, que al negarme por tu indiferencia hayas cedido, abierto una puerta y de escolta a la salida, bye bye Sarita, no
haces falta acá. Yo estiro la mano por la ventana, en
espera de la señal y con la esperanza de la correspondencia que cae del cielo, baja,
vamos a hablar, te extraño, te quiero. Jueves y soy un costal de huesos que
lamenta alejarse, que se lo traga la tierra mientras tu aplaudes, insistes que
mi decisión fue y es lo correcto, que te pone ansioso
todo esto, que para qué continuar, alegando y acusando el momento, la condición que por ti decidí aceptar, de estar encubiertos, en secreto un par de
besos y así, tan malditamente la reprochas, la usas
para justificar que esto no es lo que quieres, que un señor de alta élite requiere lo mejor de la sociedad.
El remordimiento y la pena surgen, el menosprecio como placa identifica los
senos, el sabor en la parte de atrás del cuello y las supuestas ganas de no
estar conmigo pero dejarlo todo bien. Yo propuse un juego de dardos al cielo
donde corremos y éstos caen hacia el mar, sin cartas, dados o fichas, sin
posiciones incomodas o mímicas, una estrategia sencilla donde te besaba
mientras veías en la vida, el gusto por lo espontáneo y sencillo que te lograba
proyectar, para que tomaras los minutos y horas con las manos, esculpieras una
pared de vidrio y nos lograras encerrar, dentro de un ámbar donde ahora serias
un hombre áureo que crece, se alarga y se extiende a un mundo que lo aplaude,
por su vida de experticia, sus anécdotas y el amor por la humanidad.
Nuestro roman à clef fue de ensueño, luces que destacaban en el pavimento y
me hacías reír señor León, ver en ti un caballero apuesto que en las tardes me
miraba fijamente, me decía entre suspiros que le parecía hermosa, un
mechón de cabello tras la oreja y buscabas la boca para besar, sin miedo, con
ganas, te reías de oreja a oreja muy cerca de mi cara y sentía tu calor. Te
esperé cuando no podías contestar, pase horas jerarquizando actividades para
tener mi tiempo contigo y mientras escogía faldas tú me posponías, del lunes
para el martes y del martes para el jueves, entre golpes entro en un plan que
no me recibe a gusto y cuando finalmente estamos uno al lado del otro, ya no mencionas las estrellas,
el ademán de cierra la puerta y entonces te retiras, tu mundo elástico donde no
encajan mis ideas, donde espero más de ti de todo lo que hayas podido dar, me desespero y quisiera volverme una pulga, entrar en tu cabeza, soldar
tus circuitos y monitorear las sinapsis, aliviar y sanar tus migrañas, que te
sientas tan a gusto que me quieras para ti.
Señor León yo soy una hoja en blanco, lápiz escribiendo lo que siento, soy
un concepto aprobado y una idea en un ensayo que no se siente indecisa, no me siento ambivalente, sé lo que quiero y si quiero tus
brazos no soy libertad, si no me llamas no puedo bajar, si no me buscas no voy
a estar y no puedes pensar que no tomare mi puesto, de mujer con cejas pegadas
y pequeños vellos que me hacen abrir los ojos y observar, que soy la falda que
levantas y disfrutas y no te debo mendigar, yo no tengo por qué mendigar.
Si tu quisieras lo que soy, yo no estaría un viernes suplicándole a Dios
entre lágrimas misericordia, que se alivie el ardor en el pecho y la imagen de
tu cuerpo sobre el mío en un intento fallido para poderte olvidar. Yo lo sé,
que si no era lo que quería debía habértelo dicho, sin importar todas las personas del lugar, las interferencias durante nuestra charla, debí haber abierto los ojos y ofrecido una tregua, un segundo comienzo, debí haber tenido paciencia y
perseverado, esperarte, otorgarte un momento a que te encuentres a ti mismo de
nuevo, pero para qué, tu juego consistía en usarme como diana, perforar, llegar
a la dermis y desechar, darle paso a los ojos que se chocan y el me
muero por decirte esto pero la soberbia no nos va a dejar.
Ahora soy un hueco, recuerdo de plantas carnosas y flores secas, soy quien cada mañana se sienta en la puerta y espera la correspondencia, revisa el celular, uno que otro mensaje que no llega y pienso, se me ocurre la brillante idea de hacer que coincidamos, incomodarte para que pienses en mí y como si no fuera suficiente, humillarme considerando que si me buscas mañana, que si me llamas y me pides que vaya yo estaré sin duda por allá, estresarme porque no puedo hablar de esto con nadie y siempre serás un secreto, algo que no recuerdo, un rostro y un nombre que no me suenan a nada.
Ahora soy un hueco, recuerdo de plantas carnosas y flores secas, soy quien cada mañana se sienta en la puerta y espera la correspondencia, revisa el celular, uno que otro mensaje que no llega y pienso, se me ocurre la brillante idea de hacer que coincidamos, incomodarte para que pienses en mí y como si no fuera suficiente, humillarme considerando que si me buscas mañana, que si me llamas y me pides que vaya yo estaré sin duda por allá, estresarme porque no puedo hablar de esto con nadie y siempre serás un secreto, algo que no recuerdo, un rostro y un nombre que no me suenan a nada.
Se acaba, se finiquita y se archiva, carpetas que se llenan de polvo en un
depósito al cual nadie va, mientras pago mi condena, soy peón del universo y su
geometría funcional que ambiguamente nos castiga y yo lo sé, sé que estoy
pagando por el cuerpo de Celina abatido en el suelo, sus ojos hundidos en lágrimas
que cristalizan sus piedras verdes y la desconsuelan, ella que te ama y vive
por ti absorta en un mundo que gira alrededor de tu pérdida; yo pago la
traición, pago y estoy en deuda con sus cabellos dorados y la voz pesada que
agobia, una obligación en pagar su pena por algo de lo que no es culpable.
Entonces soy esto, un estado en bancarrota por Adamas que se quema y entre
cenizas renace para acusarme de su duelo, el Universo y los Dioses y los
Chielos y las naves se fijan en mí, me señalan, deudor, déficit, un mercado
negro donde con todo este dolor pago su pesares, el mal rato que les hice
pasar.
Doy todo de mi por saldar mi deuda, pagarle al Karma y al Flujo Cíclico de
las Cosas la pena de Peter, los cimientos de su casa cubriendo todo el terreno,
el pseudotrauma que agazapa a sus mujeres, la música que ambos escuchan y los fósforos,
ojos avistando luces y naves que se reflejan en la neblina, pájaros que
vuelan sobre Caracas porque emigran, el humo los espanta y los desvela. Yo pago
mi deuda señor León, pago y saldo mi cuenta con este negruzco y silencioso universo,
con tu partida y mi pena, con la culpa y el rencor, el arrepentimiento y aun,
así, con tanto dolor el amor, tu por allá en reposo pensando que esto es lo que
quiero y que si me buscas no me encuentras, dándote palmadas porque fue lo
correcto y abrigándote en tu podio, dormitando en tu pedestal, tu señor León,
con esos ojos bonitos y la extrasensorialidad, por todo lo que causas en mí, por usarme para poderla olvidar, por esta infinita soledad, estas en deuda, dentro del Tráfico Esférico y
secuencial del inagotable universo, estas en deuda, te tocará pagar, porque así
es, este modus vivendi no olvida, no perdona.
Yo soy mis errores, golpes en el pecho echándome la culpa, ojos abiertos en
plena noche meditando sobre hechos, casualidades, banalidades incultas y amores
fugaces, superando mi desdicha, asqueándome de mi libertad, deseando haberte
dicho más, haber sido más abierta, menos recelo y miedo, menos cuidado y apego
a la condición de ser reservada, de cuidar con detalle cada cosa que te digo,
ahora espero, con brazos abiertos espero el curso del tiempo que todo lo sana,
que me dice que soy lo que hicieron de mí, una oruga que a todos les da asco y
que acusan de dañar las flores, crezco, cambio, evoluciono y me nacen alas, me
doy miedo a mí misma pero las extiendo, me veo orgullosa de todo lo que siento
y me echo a volar.
Pero en la soledad nacen y mueren cosas
la razón crece y crece hasta ser desvarío
el pétalo se extiende sin llegar a la rosa
la soledad es el polvo inútil del mundo
Pablo Neruda
genial
ResponderBorrarMil gracias!
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