Huella en que nadie reflexionará

Nona, quien en la mitología nórdica es conocida como Urd, lo que ha ocurrido, el destino.

Pobrecito Adamas Mercurio, con su traje de guerrero medieval. Escribe lo que siente en un
pergamino viejo, la mano que tiembla mientras sujeta la pluma. Recibo sus cartas, no siento nada por sus noches en vela, el alcohol como consuelo, las manos de sus mujeres yendo de un sitio a otro, en vídeos y fotografías. Indolente, no logro atisbar una pizca de consideración, ni siquiera formulo las palabras para responderle, o las ganas para tomar pluma y papel y escribirle un par de lineas, lanzo sus cartas a la esquina donde todos los pergaminos están aglomerados, unos sobre otros, de distintas fechas y horarios, distintas emociones y escenarios, pobre Adamas Mercurio y su amor.

Proyecto, como si fuera una figura que repite las decisiones y actitudes, un ventrílocuo miserable de ojitos pequeños, cabello duro como la paja, marioneta suicida, copio el comportamiento de León, soy con Adamas Mercurio lo que León fue conmigo. Inconscientemente (lo reconozco ahora) pienso que el pobre guerrero medieval ha de estar pasando un rato terrible, similar a mi desdicha. Ambos desatendidos e ignorados por la persona que amamos, mártires de los recuerdos y del pasado, atónitos porque todo fue tan efímero, nos sentimos jugados porque al abrirnos, ser nosotros mismos y entregarnos, al amar y creer, nos abandonaron, porque no fuimos lo que la otra persona quería, porque en este juego no alcanzó sentir y ser honesto, respetar el espacio y el tiempo,  lo que hice no fue sacrificio suficiente.

Al ver como soy con Adamas Mercurio, al echar un ojo a los acontecimientos y desenlace de los hechos, sé que una persona no puede darte tanto y quitártelo así no mas, de la nada, siempre hay un factor, un elemento que poco a poco, deliberadamente, va empobreciendo el sistema. Entonces pueden ser otras mujeres, así como en mi fue un hombre, pueden ser las etapas, la diferencia de edad, el momento, lo vivido, su pasado, no el mio, el abrir los ojos luego de la euforia del momento y reconocer que solo fue un desliz, un deseo transitorio por un cuerpo, nunca su amor, su esencia, lo que entregan a ti y duele que de un día a otro ya no lo quieran más, lo olviden.

Usan los sentimientos como un salvavidas que feliz toca la superficie del mar, la marea lo acerca, oleada tras oleada, al cuerpo que lo necesita, al náufrago que con los ojos llenos de esperanza extiende los brazos y recibe un pedazo de plástico con consuelo, sosiego de la agonía. Yo usé personas como puentes, porque donde yo estaba había un montón de perros fieros que ladraban, quimeras y chupacabras, me rondaban, acechaban. Dejando el puente como ultima alternativa, crucé, me entregué a una voz diferente, unas manos diferentes, otra clase de experiencia multisensorial. Para nada, un callejón sin salida, irme de vuelta al barranco, abismo de tierra seca que sostiene un par de tablas con cuerdas y que conduce a otro cuerpo, otro amor que no quiero, que me ayuda a olvidar a los perros, las fieras del camino anterior. La soledad es el polvo inútil del universo, aprender a establecer una rutina en la que tu propia libertad y bienestar, el amor por ti mismo, vayan de la mano con el individualismo, es importante. Amar en libertad y apresarse siendo libre es la recompensa.

Es inevitable, las dudas como putas se pavonean en la cabeza, es normal, supongo, consecuencia del contraste en el trato, cómo puedes decirle a alguien que lo quieres, que le extrañas, que estas enamorado de él, decirlo con certeza entre tanta nube negra, cómo se puede fingir amar a alguien, decir a mil voces que esto es lo que se quiere, si dos días después se está por ahí, entre el regocijo de las sabanas, leyendo cartas y apilándolas en la esquina, no sintiendo nada por el amor que te tienen, siendo tan indiferente, ni un te extraño, un te quiero. No hay nada peor que alejarse esperando ser buscado y que la persona se de media vuelta, de regreso a donde los rostros pululan en aceras y maldicen por las noches. Es tonto, lo sé, pero un poquito de orgullo se debe tener cuando se quiere tanto y no quieren de la misma manera. Cuando se toma un barco, izan velas y en la proa con las faldas yendo de un sitio a otro, con el viento, no está el caballero de oro siquiera lamentándose de tu partida, en su lugar, se alegra de que estés ahí, para que naufragues y te rescate otro salvavidas.


¡Qué dramático! mujeres en harapos llorándole a lores que las ilusionan, les dicen cositas al oído y groserías en la cama, entiendo cómo te sientes porque así me siento con Adamas, leer sus mensajes, no responder sus llamadas, entender y apreciar lo que me dio en su momento, haberle amado pero ya no sentir nada, una sensación de hueco adormecido y negro que no se estimula con los recuerdos, no lo estimula nada. Deseo todos los días no haberte conocido. Deseo haber pernoctado en la isla de bouquets y zapatillas color crema de charol, de un tocado y velo blanco, de aviones y despedidas, haberme ido sin haberle amo pero haber seguido siendo feliz, deseada, amada, recordada. Deseo haber respondido sus cartas, ignorado tus llamadas, haberme golpeado en la cara cuando de tus impulsos fugaces de amor de plástico, mis pupilas se dilataban, en mi cuerpo mi sistemas de criaturas te enaltecía, te aceptaban sin titubear.



Décima, quien en la mitología nórdica es conocida como Verdandi, lo que ocurre ahora.

Cómo se destruye un ecosistema

Para cuando te conocí yo era un pedacito de tierra, un ecosistema muy variado, dentro de mi habían desiertos, playas, montañas y cordilleras. La biodiversidad era alucinante, te quitaba el aliento, en la copa de mis arboles se posaban dodos y terodáctilos que convivían muy bien entre si, en mis riveras las toninas y culebras se divisaban desde los manglares, en las serranías los Chielos y Torsas se peleaban, yo los calmaba con suaves suspiros. Eran juegos tontos. 

Mi naturaleza sobrevivió gracias a su diversidad, sobrepasó las tempestades y nevadas, todos los cambios ambientales. En ella se hallaban los elementos esenciales para mis cambios y transformaciones; cuando mis montañas sucumbían o cuando las playas se secaban, todo dentro de mi evolucionaba para mantenerse viviendo.

Al conocerte, León, mi vida, eras un sol en mi firmamento, hacías florecer todo tipo de plantitas salvajes, moraditas y rosadas, tréboles de cuatro hojas, una pradera de girasoles que al menearse con el viento me hacían cosquillas, me reía con placidez, mis ríos se estremecían, los Chielos cantaban y las Torsas reían, la vida en mi nunca fue más verde, más fructífera que cuando tu estuviste en mi. 

Al entrar en mi sistema te recibí con recelo, cuidado y precaución, ibas sutil en la serranía, a veces jugueteabas con las chinchillas y nunca jamas te asustaste de las Kalderas. Ibas dentro de mi, caminando con pasos suaves y firmes, te sentía en una costilla, hablabas y tu voz retumbaba hasta mis huesos, donde adentro de ellos, millones de Prios se exaltaban y gemían. Una vez adentro no supe cómo rechazarte, cómo decirle a los Chielos y Divinidades que tu a mi no pertenecías, que así como entrabas debías salir, todo en mi tenia que ser comedido, mesurarte. No supimos hacerlo, cómo he de pedirle a mis nubes que no lluevan si migran cargadas, si traen consigo la dicha de la primavera, cómo evitarme el regocijo. 

Un día mientras dormía te escuche cantar tranquilo en los desiertos con las Myxas. recuerdo que estabas tan loquito que querías montarlas, cómo puedes cabalgar en esos condenados animales, que desaforados recorren millas solo por comerse a los pequeños ratones. Eras un espectáculo, incluso en mi profundidades, donde la tierra es negra y habitan los Ghouls, tu paseabas en canoas improvisadas, con la luz de un par de luciérnagas y dragones. Ojala fueses sentido lo que causabas en mi. 

Al día siguiente, un martes o miércoles, cuando el café ensimisma a los Chielos, con tus manos excavaste la carne, hurgabas, rompías y rasguñabas, te estabas saliendo de mi. Me dolía, sentía cómo mi sistema ardía y los volcanes erupcionaban, hasta que por un huequito de mi ser, justo atras donde las Shajas habitan, con tus manos apartaste la piel y te saliste de un brinco. Los Chielos cosieron, no te dejaban entrar. 

Un par de semanas y todas mis criaturas empezaron a mutar, se contorsionaban y gemían, giraban sobre si mismas y gritaban de dolor, un elixir agónico que las recorría, las acababa, las estaba transformando en bolas negras de masa. Hubo inundación, lluvias y fuertes precipitaciones, nubes que traían consigo palomas purpuras que al entrar en el centro de mi sistema, como si fuera un campo magnético, se retorcían y caían, victimas de la mutación. Sequía y contaminación, no había sol en mi sistema, no florecieron las flores, solo tornados y tifones. 

Un jueves sentí un sapito dorado llamarme, me pedía abdicar lo que creía, que no tuviera más esperanzas, León no iba a volver. Los Chielos molestos hicieron reuniones, discutían. Decidimos que yo debía entrar en mi para inspeccionar lo que ocurría. Una vez adentro me entristeció todo lo que veía, nómada, me castigaba con lo que había dejado que ocurriera. 

Te extraño León, yo si te extraño y pienso en ti todos los días, mis bosques oscuros me reprenden al recordarte, me castigan al tratar de justificarte. Los Chielos heridos divagan por las praderas, en sus naves espaciales que están por dejar de funcionar. León echo de menos tu risa, que espontanea hacia eco en las zonas baldías del este, donde recuerdo que tus ojos se abrieron muy grandes mientras probabas un pan con mantequilla, te reías de mis ocurrencias y mientras mis periquitos imitaban tus sonidos, me abrazabas de espalda. Extraño importarte y que te preocupes por mi, que te ofrezcas y me llames, me llames aun cuando no tienes que hacerlo, cuando estas tan lejos y vemos la luna, hago un chiste sobre ella y tu muy dentro de mi haces alborotar las olas en las playas, te siento, te sentía haciéndome crecer. 

León tus manos arropaban, mi sexo te recibía y cubría en toda tu extensión cilíndrica y carnosa, que con la fricción iba ocasionando maremotos, moluscos y tentáculos mojados que con la boca proferías, hacías que mi ecosistema, sin darme cuenta fuera diversificándose. Al abrazarme florecían en mi nuevas plantas, palmeras y tejos, robles y sábila, al besarme todo en mi se multiplicaba, mis ojos tenían más de treinta pupilas y todas dilatadas te veían, te sentían en toda la dermis León.

Una parca Morta, en la mitología nórdica era conocida como Skuld, lo que debería suceder, o es necesario que ocurra, se ríe mientras en aguas subterráneas va tejiendo con hilos negros un móvil para mi, de planetas y asteroides, estrellas y anillos, nubes de plasma y agujeros extensos, esta parca Morta me observa desde adentro, mueve sus dedos, siniestra, cose y me consume cada día, hace que mis cejas se junten y mis ojos lloren, que recuerde todo de ti León, por qué ha de ser así este periodo tan triste que ha secado mis playas y ríos, mis lagos y riachuelos, por que has traído en mi un sol tejido de hilos dorados y has dejado esta Morta, Atropos, Skuld que no me deja continuar, no me deja poner mis ojos en otras constelaciones rosadas. Esta destruyendo mi ecosistema.

Quiero verme resurgir, sentir como gusanos se convierten en Zenteilas, como los capullos se abren al cantar de pajaritos y palomas mensajeras, de dodos y hortensias, de amor en primavera, de no añorarte e imaginarte dentro de otros sistemas, provocando lo mismo, causando la misma pena. Quiero dejar de desearte en desmanera, de sentir que eres el único capaz de hacer que mi cuerpo se estremezca y sienta dentro de mi la vida ser libertad, ser brazos abiertos que aprietan y al sentirse en un cuerpo se dan cuenta que somos esto, soy esta biodiversidad latente que es parte del universo, desde la cucaracha más pequeña hasta todo lo hermoso que se refleja en tus ojos. 

                     Siempre te veré así. 

                                    Era dejar atrás toda una vida,
                            la que ya fue, la que es, la que será;
                      era ausentarse, más sin despedida,
                                huella en que nadie reflexionará.
                                     -Safo de Lesbos.

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