Eva Acertijos
you've got a fire inside but your heart's so cold
—Mucho gusto Romina, mi nombre es León —extendió su mano, al yo estrecharle la mía y establecer contacto visual pude darme cuenta de lo joven que lucía, me incomodé. Sin duda alguna prefería los gordos barbudos con apellidos extraños, que te hacen sentir que hablas con un abuelo sabio que te dará un buen consejo, el doctor León podría ser cualquier adulto joven que labora en tu oficina, te sonríe en el tren o te invita un trago en el bar.
—Mucho gusto doctor, bueno, ya sabe, yo soy Romina Ledeux,
se pronuncia lu-du—señalé y suspiré, pensé que fue totalmente estúpido hacer esa
acotación —Bueno —dije y sonreí, estaba nerviosa —¿Cómo está doctor? —añadí a
mi estupidez. Dentro de mí sentía el pulso agitarse, las mejillas calentarse y
fue justo en ese momento cuando quise que la tierra me tragara.
Él se echó a reír. —Yo estoy bien, la cosa es cómo estas
tu—dijo y volvió a sonreír, parecía a gusto consigo mismo y estaba muy tranquilo
a pesar de que la ventana del frente, la que daba a la Av. Libertador, estaba
abierta y el aire hacia revolotear las cortinas de un sitio a otro; a mí me
desesperaba, no podía dejar de ver la tela pasar entre los cuadros que estaban en el chifonier debajo de la ventana, pensaba
que en cualquier momento las fotos caerían y el vidrio de los marcos se haría
añicos en el suelo.
—Ahorita estoy bien —dije y él me miraba como si estuviera
esperando a que continuara, no sabía qué decir así que pensé sacar el tema de
Celina. —Yo vengo de parte de Celina, su... —me detuve a pensar qué decir, ¿ex esposa?, ¿esposa? —Ella lo recomendó, dijo que
usted me haría un descuento por ser su amiga —titubee y sonreí con picardía, inmediatamente sentí que la
volví a cagar.
—Ah si —dijo con tono de sorpresa y esbozó otra sonrisa,
mucho más grande que la anterior. —Me temo que no podrá cumplir esa
promesa. —señaló, mientras levantaba un dedo y el arco de su boca se pronunciaba
en el lado izquierdo, me estaba fijando en esos detalles, embelesada, pero antes de cualquier comentario inadecuado o fuera de
lugar, consecuencia de mis nervios, el doctor León frunció el ceño, se
inclinó hacia mí y me miró fijamente.
—¿Qué ves? —y siguió la dirección de mi mirada, directico
hacia las cortinas, juré que por un segundo que diría algo con respecto a mi
comentario sobre el descuento, pero se puso de pie, cerró la ventana y de vuelta
a su silla, lanzándome una mirada de reojo, se tronó los dedos y suspiró.
—Bueno empecemos.
Las sesiones eran un día por semana, generalmente pasaba por
allá los miércoles o viernes después de las 3 de las tarde, al principio era
totalmente incomodo hablarle de mi y lo que sentía, lo bueno es que no lloraba
como magdalena mientras hablaba, me apenaba que viera cómo podía romper en
llanto evocando recuerdos, así que fue fácil contenerme e ir por debajito con
las cosas, él se adaptó al feedback tan vacío de mi parte, por este motivo
usualmente me veía, decía una palabra al azar y yo le echaba el cuento.
—¿Tu cuarto? —preguntó León.
—En el closet la ropa está
organizada por colores —respondí. —Negros y purpuras en el medio, rosas y
blancos delante de los monos deportivos, vestidos y uniformes al inicio, de
derecha a izquierda —me detuve a pensar. —Zapatos ligeramente inclinados,
filtrados por color y uso, se lavan cada dos semanas, no se usan los mismos dos
días seguidos —reí por la forma en que estaba hablando, continué. —Por lo general
se desordena un poco entre miércoles y jueves, pero cada domingo, cuando me da
la loca por ordenarlo todo, sale el polvo, se sacuden cortinas y alfombras, se
trapea y encera el parquet, cambio las sabanas y pulo los retratos, cada cosa
en su lugar —me entristecí un poco. —Y el lunes será un día diferente, dará paso
a una semana diferente —le miré. —Pero
continúa siendo lo mismo.
—¿Trabajo?—prosiguió.
—Primeramente, de 7 a 12 en el
escritorio, la oficina sin café, mandados y las 11 voy pidiendo la tregua —le
miré y sonreí. —A veces a las 9 me otorgo una taima donde reviso cachivaches
mentales y organizo lo que viene después, entonces con prisa el almuerzo, una
que otra charla banal con Angela, ella trabaja conmigo, que si el papeleo
viejo, registros y archivos, lo que vamos a hacer mañana, la rutina —le miré,
tenía toda su atención en mí, así que continué. —Para mí, todo lo que forma parte
de mis días va dentro de una burbuja —hice un circulo con ambas manos. —Trato
que las burbujas no se peguen, a veces por ser como son se pegan y toma mucha
paciencia despegar burbujas ¿alguna vez ha despegado una burbuja señor? Es un
lío —añadí.
—¿Señor? —pregunto él mientras
enarcaba ambas cejas. —A ver señora, ¿cómo es eso?
—Bueno, si un poquito de burbuja
de trabajo se le pega con un poquito de burbuja de amistad, toda la bañera se
vuelva parcial, entonces cuando decidir a cabeza fría sea opción, el cosquilleo
mental del afecto influenciará la ecuanimidad de los resultados y esto aplica
con todo lo separable señor doctor León —dije, enfatizando la palabra señor y
le sonreí, era la primera vez que le decía señor.
Dejó caer su cabeza en la mano
derecha que apoyaba en el borde de la silla, mientras sonreía —¿Amistad? —preguntó.
Suspiré. —Todo un drama —dije y el
hizo un gesto con la mano para que continuara. —Amigos se separan y archivan en
carpetas flotantes, los que uno conoce de hace muchos años con quienes se puede
tener una conversación amena de evocaciones y throwbacks, hay quienes conozco y
mantengo de lejos, hay que cuidar estas burbujas —hice una pausa. —Porque sé cómo
son en realidad y no estructuran, no edifican, fíjese, las mujeres que hablan
de todos y todas, las hay poco reservadas, otras con las que es chévere
sentarse a hablar, pocas con quienes salir, ninguna en quien confiar, ya me
puse poética señor León, hombres que quieren mi amistad, muy pocos quieren mi
amistad a decir verdad, entonces soy bonita y me conocen, a corazón abierto otorgan
sus sentimientos, pero si yo no siento lo mismo entonces ya no están más.
—¿Amor? —dijo muy serio.
—Centauros y quimeras —reí. —Criaturas de tres cabezas y un karma cúbico sempiterno, ¡uy no! demonios y
calaveras —añadí, el sacudió la cabeza mientras
sonreía.
Fui incapaz de reconocer la
complicidad que como aire nos envolvía cada vez que yo entraba en el
consultorio y él estaba de pie al lado de la ventana, se acercaba y cerraba la
puerta, me daba la bienvenida y me llamaba señora. Por mi parte evitaba pensar
en él, ahorrarme las ansias que me invadían de volver a verlo apenas terminada
la cita. Transcurrieron seis meses entre sesiones semanales y a ese ritmo, bajo
sus métodos, todo lo que alcanzaba a pensar por no pensar en alguna de mis
desdichas, era en su postura erguida sentado en la silla, su mano derecha cerca
de su boca, los mocasines, pantalones de vestir, azul marino, verde esmeralda, camisa
de cuadros o vinotinto, un suéter si hace frío, a veces una boina turquesa y uno
que otro chiste, la barba de vellos canosos y reflejos amarillentos, sonrisa
con ganas y cóctel de expresiones, el señor León estaba repleto de gestos y comunicación
kinésica.
Deep down we both knew you were trouble by design
And the echo of my mother's words "baby don't you play with fire"
Febrero, definitivamente febrero
Medio sonrió y suspiró, parecía que iba a decir algo muy importante a lo que se inclinó y tomó mis manos entre las suyas y yo me estremecí, no esperaba eso, me miró directo a los ojos y sentí como mis cimientos se derretían. —Romina, yo soy tu doctor y tú eres mi paciente, el trato debe ser tal, es natural que esto haya sucedido, por la manera poco profesional en que te traté —finalizó su discurso y calló, aun con sus manos arropando las mías, lo cual me parecía poco profesional y antes de yo poder atisbar una respuesta, él suspiró. —Honestamente ya no puedo tratarte, le diré a la señora Bibi que te recomiende a un buen amigo mío, su oficina queda más hacia el este pero —¡No por favor! —le interrumpí y ambos nos quedamos inmersos en la mirada del otro, ninguno dijo nada, negro silencio.
Medio sonrió y suspiró, parecía que iba a decir algo muy importante a lo que se inclinó y tomó mis manos entre las suyas y yo me estremecí, no esperaba eso, me miró directo a los ojos y sentí como mis cimientos se derretían. —Romina, yo soy tu doctor y tú eres mi paciente, el trato debe ser tal, es natural que esto haya sucedido, por la manera poco profesional en que te traté —finalizó su discurso y calló, aun con sus manos arropando las mías, lo cual me parecía poco profesional y antes de yo poder atisbar una respuesta, él suspiró. —Honestamente ya no puedo tratarte, le diré a la señora Bibi que te recomiende a un buen amigo mío, su oficina queda más hacia el este pero —¡No por favor! —le interrumpí y ambos nos quedamos inmersos en la mirada del otro, ninguno dijo nada, negro silencio.
Yo no sentía que él me daba un
trato poco profesional, pensaba que reírse de mis comentarios sarcásticos o de
mis chistes y seguirme el juego era natural, las charlas que comenzaban con
algún pseudo-trauma y daban un giro hacia un libro de su biblioteca, él de
pie citando y sugiriendo autores, evitando los temas que una vez de lleno en
ellos me hacían arrugar la frente, derretir los ojos, entonces él se ponía con
el juego de los dibujos y hablábamos de lo deseos, me comentaba los suyos,
trataba de adivinar los míos y caigamos en las conversaciones sobre las fantasías,
sus viajes a Europa, mi afición por las matemáticas siendo lo que soy.
Entre risas se burlaba de mi por
jamás haber probado un croissant de chocolate, me felicitaba por haberme
enterado de los axolotes a través de un libro poco consultado de Cortázar, me
mandaba a leer a sus autores favoritos y me pedía sugerirle algo de mí
‘’lectura pesada’’ como yo la llamada, entonces gran parte de la sesión era
para discutir sobre Llosa, Víctor Hugo, Voltaire, se sorprendía al escucharme hablar de las locuras que había
hecho durante mi adolescencia y con ojos llenos de luz me agradecía cuando
llevaba flores para el buró que daba diagonal a la ventana, donde estaban los retratos.
Reía como un niño cuando yo
cruzaba la puerta y él llevaba algún detalle ridículo, esperando mi reacción, como la ocasión en que
usaba una boina de cuadros de tonos broncíneos, tenía la barba muy larga y se
puso unos lentes muy gruesos y circulares ‘’Hello Mister Holmes’’ le dije al entrar y sonrió.
Entonces lo reconocí, en cuestión de un milisegundo, estando inmersa en sus
ojos me di cuenta que si había sido poco profesional, que jamás fue como había
sido con mis otros terapeutas, quienes abordaban con delicadeza, uno que otro
chiste y la risa por educación, los comentarios por conveniencia.
—Yo jamás he llegado a pensar que
usted se pueda sentir atraído por mi señor León, la verdad la fantasía de usted
se ha convertido en una utopía para mí —dije para romper el silencio, el suspiró
y arrugó la cara, lucía preocupado, se sobó la sien derecha mientras me miraba, yo no entendía qué ocurría, ¿Qué podría estar pensando? sentía que estaba
confundida, yo no podría gustarle al señor León, en todo caso, jamás fue una
idea que pasara por mi mente, el descartar un matrimonio o los hijos solo
fomentaba mi fantasía y estimulaba mi imaginación a suponer escenarios
románticos a su lado, jamás a darlos por sentado, pero por qué estaba a la
defensiva, ¿realmente yo le gustaba y por suponer que era poco profesional el
hecho de tratarme bajo esas condiciones, estaría preocupado? O quizás solo
le preocupaba decirme que él no sentía lo mismo.
—Entiendo que usted no sienta lo
mismo, honestamente señor León yo nunca, nunca, nunca he llegado a pensar que
usted me ha dado un trato poco profesional por sentirse atraído hacia mí y
créame, en caso de no ser ese el sentimiento, yo no me devastaría porque no
fuera reciproco, la verdad solo quiero que sigamos siendo amigos, que me siga
tratando como me trataba —espeté y noté que algo en su rostro había cambiado, se
reía y se notaba un poco de culpa en su mirar.
—Por favor dígame qué piensa
señor León —supliqué.
Se puso de pie y jaló de mis
manos, las sujetó de nuevo y me miró, no dijo nada y metió su mano derecha en
mi cuello, con los dedos entre mi cabello, me atrajo hacia él, su frente estaba
junto a la mía, sentía como nuestras narices se tocaban y su respiración suave,
su aliento olor café, los vellos de su barba en mis labios y noté que me
presionaba hacia él, cerré mis ojos y por un momento sentí las leyes de la
metafísica y evoqué ciertas experiencias extrasensoriales, salí de mi cuerpo,
deseando aletargar el momento, jugar en ese plano y verlo por fuera, apreciar
al instante cómo estaba ahí a mi lado, confiando en la cercanía de otro cuerpo,
que está ahí al frente de él, en sus manos, pero que a la vez estaba en otra
dimensión, una de color azul, donde lo veía sostenerme y deseaba tomar el
segundo con ambas manos como si fuera una bola de cristal a través de la cual
se observan las cosas hermosas, con un tono purpura y estrellitas azules.
—Señora Romina —dijo frunciendo el ceño con cierto dolor y no podía creerlo, en mi mente alarmas y alertas, pancartas de
WTF se anunciaban de un sitio a otro, entre campos y lóbulos, cómo carajo
podría estarme pasando eso a mí, cómo podría gustarle al señor León, ¿estaría
alucinando todo ese momento? Y de pronto caería en cuenta del poco control que
tenía sobre mi misma y reconocería que la realidad era que él seguía viéndome
con cara de desprecio e insistiendo en que fuera a ver otro especialista.
Entonces yo, que no soy más que corriente y ordinaria, nada, nadie en comparación con lo que el señor León debería tener a
su lado, estoy en sus brazos y me pongo de puntitas, a lo que él me recibe con
ambos brazos rodeando mi cintura, un viaje sutil hacia mi boca, un beso que
resulta sosiego y nos deja sucediendo, en el presente estamos sucediendo.
I said better late than never
Just don't make me wait forever
Don't make me wait forever
Estos amigos nuevos que festejan contra reloj, voy de la mano echando cuentos con los altos, a veces me voy de bruces con los bajos, pero siempre estoy de buenas con todos. Nos reímos mucho de mis chistes, me sorprende las ocurrencias y comentarios absurdos, fuera de lugar, que puedo llegar a crear en las situaciones menos idóneas. Las mujeres no son mis mujeres, pero como muchas del gremio las veo mirándome de reojo, comentando entre si, una que otra se ríe de los comentarios, aplaude y se aleja, las demás me reciben; quisiera saber qué piensan.
Estos amigos no son mis amigos, se caracterizan por su esnobismo, la falta de buenos principios y sano juicio, pero no los juzgo, no he de juzgarlos, les respeto, les estimo y entre el pánico por no quedarme sola enrollada bajo la cama, bajo a verles y siempre están ahí para mi, con su cantar de muerte y juegos de peligro, son quienes ahora definen mis días y me hacen salir del ensimismamiento, quienes me llevan de la mano a ser participe de esta realidad social que como ácido nos carcome, nos agota, nos deja solos en esta asquerosa visión de la verdad, esta lucha que parece eterna.
Me mudé al espacio oscuro que hay debajo de mi cama, desde donde veo los pies de mi hermana y mi mamá ir de un sitio a otro buscándome. Lloré el domingo cuando León me dejó en casa, el lunes, el martes cuando le vi de lejos, el miércoles, jueves y viernes, pasaba horas repitiendo las escenas de las series, de las películas, en un zapping eterno entre los 92 canales de la televisión, desabastecí la nevera. En mi afán de no repetir los cuadros anteriores, de mantener la frente en alto y evitar la recaída, tuve la intención de visitar a mis amigos, para quedarme al frente de sus puertas sin tocar el timbre, pensando qué decir, generalmente son ellos quienes me visitan.
Me mudé al espacio oscuro que hay debajo de mi cama, desde donde veo los pies de mi hermana y mi mamá ir de un sitio a otro buscándome. Lloré el domingo cuando León me dejó en casa, el lunes, el martes cuando le vi de lejos, el miércoles, jueves y viernes, pasaba horas repitiendo las escenas de las series, de las películas, en un zapping eterno entre los 92 canales de la televisión, desabastecí la nevera. En mi afán de no repetir los cuadros anteriores, de mantener la frente en alto y evitar la recaída, tuve la intención de visitar a mis amigos, para quedarme al frente de sus puertas sin tocar el timbre, pensando qué decir, generalmente son ellos quienes me visitan.
Toqué los acordes que me sé de memoria, aprendí un par nuevos, leí los libros de Follet, de Eco y de Flaubert, repasé los ejercicios de física, bailaba y cantaba con las escoba tres veces al día y en mi ir y venir mientras el sol estaba en el cenit de mi cuento, una especie de puyita filosa comenzaba a palpitar en mi pecho, como un sustico, un dolor leve que incrementaba a medida que transcurría la tarde. El café a las 4 y la cena a las 9, evitando lo musical en mi choza de melodías, bandas de campamento con sus himnos solo para mi, a las 12 estaba yo eliminando canciones, fotografías, desasociando sus palabras y la forma de decirlas, las citas, las películas, las imágenes que dibujaba en mi mente siempre que me echaba un cuento. La madrugada transcurría como el día, el mismo silencio.
A las 2am lo imaginaba níveo en los ojos de alguna dama, que tranquila yacía en su lecho, el obstinado de mi, mandándome de un manotazo al segundo plano donde pertenezco, arrugando la cara luego de ver que soy yo ''la del mensaje'', de mis cambios de actitud repentinos y la despedida improvisada. Lloraba, apretaba los dedos muy hondos dentro de la palma de mis manos, cerraba los ojos muy fuerte y mordía mis labios, era amargo el sabor del desencanto en esa parte trágica y grisácea de la historia. Verlo, desde arriba donde yo me acostaba, imaginarlo acarianciándolas, llevándolas a sus casas, ofreciéndoles quedarse porque ya es tarde, en este ir y venir de la guerra se hace tarde, entones el se acuesta con ellas. El domingo en mi pesar logré tocar la puerta de uno de mis amigos, la vida tiene cierto fulgor cuando tienes compañía, una mano cálida que recibe la tuya y que sin intenciones ocultas se dispone para ti, a escucharte y apoyarte, darte su mejor consejo. Anécdotas, alcohol y cigarros, el humo espeso que circula en mis pulmones, todo parecía estar en orden hasta que de vuelta en mi cama estaba sola, pensando. Le huía a la noche y su pesado letargo, sus garras que se clavan en mis tobillos y me halan, pesadillas de arbustos negruzcos y fieras, durante esos días detesté las noches.
Le escribí una carta, dramática, extensa, a veces olvido considerar que no soy de su época y ciertos detalles podrían ser alarmantes, como que la loquita niñita está se esta cortando las venas, ¡qué gafa como llora!, cree que está en una novela, de verdad yo quisiera por un momento dejar de pensar. Me sorprendieron a mi misma los esfuerzos por mantener la cuartada, bajo perfil las respuestas amenas, dentro de mi soy un río sin piedras que reza porque estemos juntos una noche más. Lo que pasó no importa, por ahora soy nada, me aborrezco, he aprendido a verme como lo que soy y me doy mucho miedo, he dejado de ser yo, un bulto negro que lúgubre y abstraído deja crecer maleza a su alrededor, no hay tréboles ni dientes de león, soy un espacio negro en este momento de mi historia, mi propio rechazo y mi poca convicción, decirme a mi misma ''vamos, dile lo que ensayaste'', acobardarme y dejarlo para después, resignarme, pensar que no vale la pena, lo que aprendí sirvió de nada, sirve de nada si realmente siento tanto, si me rigen estos sentimientos baratos que quisiera arrancar de mi junto con todo lo que recuerdo. ''No estamos para esto''.
Un hada verde y cervezas anaranjadas destacan entre el montón de objetos que hay en la mesa, los chicos nuevos de la zona de abajo se pelean por utilizar sus lenguas, me escriben, me buscan, me secuestran, recibo sus invitaciones y me río de sus ocurrencias, desecho las cartas y guardo las etiquetas, los imagino entre mis piernas, sus bocas húmedas abalanzándose sobre la mía y penetrando, los imagino imaginándose cómo seria estar conmigo, ya que los veo viéndome cuando les doy la espalda. Los rechazo, honestamente no dan la talla, no podrían compararse con las grandes manos de León yendo en secuencia, provocando corrientazos, cediendo y haciéndome ceder, haciéndome llegar al éxtasis tras un suspiro corto que devana mis sesos en este pensar infinito, este ir y venir efímero que fuimos, un par de semanas que para el no fueron nada y para mi aun son esto, este huir de lo que siento y el repudio por lo nuevo, por manos desconocidas y ajenas tocándome, saliva empañandome, labios succionandome. No quiero ni intentar.
Desearía verlo de nuevo, de pie desnudo en el umbral de la puerta, sonriendo solo para mi. Ya me resulta lejano, borroso. Ojala todo fuese sido diferente, ojala hubiésemos coincidido en otro momento, bajo otras condiciones, honestamente fuese sido la misma, abrazado el evento sin necesidad de ocultarlo y tratarlo como un secreto, reprimirlo en mi cerebro porque con nadie lo puedo hablar, le hubiese visto con los mismos ojos y escrito los mismos poemas.
Los días pasan, meses pasan a ser días y semanas son años, no puedo dejarme ahogar por lo que siento, lo que pienso, el ensayo de qué diré si lo veo, cómo actuare si de casualidad me lo encuentro, que me trague la tierra. Ahora que observo todo a través de ojos chiquitos y aguas mansas y apacibles, ahora que pensé y reflexioné, comprendo que el fin justifica los medios, huir no es desertar, no puede ser desertar si en el fondo realmente no quieres hacerlo, las decisiones por conveniencia, con base en el propio bienestar, deberían ser consideradas un acto de coraje y valentía. Por ahora lo que vale oro es la calidad de mi propia perspectiva, de cómo considero mis acciones, desechar las dudas por mis errores, ajustar el reloj y dormir un poco más.
Si pudiera verme como lo que era, si tuviera otra profesión, tomaría pinceles y pinturas color crema, me dibujaría como lo que fui, risueña y alocada, diferente. Inteligente, toma su camino y con sus tomos pesados y ramos de lirios, el señor León se va, desaparece, indolente y como si nada, dejando a su paso una tempestad, tifón arrasador que desmantela mis escenarios, debilita mis cimientos y me deja tan vulnerable, esparcida en el suelo como un montón de piedritas que se le caen a un niño de la mano, soy un hueco oscuro y siniestro que no guarda nada en si, por eso estas mujeres nuevas y las viejas se ríen tanto, articulan y mueven sus manos, detestan que yo esté ahí.
No debería permitirse en el mundo la libre interpretación, lo que uno siente y como lo proyecta debería ser tan puro que nada le cambie, las palabras deberían mantenerse firmes y constantes, los besos ser eternos y los amores campantes, nada de este desvarío y este dolor que se tergiversa, quienes son esto que soy yo, lograrían ver en mi un pequeño pozo que desde abajo se seca, se lo traga la tierra y lo lleva a fusionarse con otro sistema, al que no pertenece, me siento en un espacio al cual no pertenezco, unas manos que tocan y convidan pero que de verdad no siento, estoy en negación con esto, esta manera tan cruel y vil en que se rige el mundo. Mis ojos se cierran, con una aguja los coso y no ven nada, mis hermanos abatidos por el suelo, sus cabezas huecas chorreando sangre, cortina de humo blanco que se esparce y ciega, nubla la vista, no deja respirar. Esta crisis, este pesar nos esta consumiendo a todos, nos esta dejando en la parte curva del espiral de la historia, donde tambaleamos. Voy a pesar del miedo. Tengo dos luchas en mi cabeza.
Soy optimista, hago chistes crueles de mi propio dolor, meto el dedo en la herida y escupo el pavimento caliente que como un río de cemento parece derretirse bajo mis pies. Pongo la voz gruesa cuando hablo de mi misma, me río, soy un chiste. Menudita y frágil como un hueso de pollo voy viendo que tengo suerte, tengo el mayor de los éxitos en este pasar de paginas de libros mugrientos, mi desdicha mi arte fortalece, tengo sentido común y entonces crezco, aprendo de esto y echo raíces en el suelo, esta tierra compacta que me recibe a gusto porque es mi hogar, mi recinto tranquilo donde los edificios hablan mientras el sol los baña y el Ávila los cobija, donde mi historia y mi vida se desenlazan hacia un porvenir que sé que será bueno, de tréboles y cuernos, de pasto y primavera.
Siento que aun queda mucho pendiente.
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