Cómo matamos a Louis Adenauer (Lunes)

Lunes, de esa semana

En prosa
« ¿Desde cuándo lo conoces?
Decía mi cielo, y no cesaba en su discurso
Cargando cada frase con mucha más ira que la anterior
¿Desde cuándo? ¡Dime!
Lloraba el cielo
Se excusó el mar con el arrepentimiento
Que luego de una reacción inesperada
Dejó al viento a la expectativa y a la resignación
De vivir con lo dicho
Con el dolor precediendo el hecho de preferir hablar
***
Entonces al cielo se inclinó hacia el mar
Dejó mi cuerpo inerte entre ambos
Y la presión, y los golpes de las olas (temerosas) en mi espalda
Me dieron la sensación de haber perdido la brisa que había de por medio
Que era el elemento estabilizador
Lo que mantenía en armonía la vida
El flujo cíclico de las cosas.
Y ahora es nada, solo un hueco.»
-Sarah P.

Lo tenía escrito en una de las agendas que estaba en la biblioteca y que Donal ojeaba mientras ella volvía del baño, a lo que la miró de soslayo pero ella no sostuvo su mirada, se avergonzó y pensó en retirarse, pero estaba en su propia casa ¿para dónde iba a agarrar? No era una mujer de dar explicaciones, ni de echarse a llorar en hombros ajenos por penas pasadas, por experiencias adversas a lo planeado. Evadirlo parecía la opción más apropiada, de lo contrario presentía que le daría una respuesta imprudente a cualquier pregunta precipitada (propia de un curioso).
—Me gusta mucho Mark Twain—dijo al salir del cuarto— ¿dónde conseguiste el libro de Pride and Prejudice de la editorial Splinter? esos no se consiguen aquí Jordy.
—Lo compré en una librería en el aeropuerto de Houston—respondió con alivio, la verdad no quería tener que enfrentar la incómoda situación de responderle a Donal por qué había escrito eso en la agenda, ni explicarle la terrible metáfora y todo el simbolismo. 
—No te pongas así boba. Lo único que tengo para decir es que no deberías esconderte dentro de tus hombros.
— ¿Debería meterme en los tuyos? should I my lord? —lo abrazó, rieron, ella se sentó a su lado y hablaron de los gustos musicales del abuelo de Donal, y que Jordana tenía que visitarlo antes de que... 

Ambos se conocieron bajo circunstancias inestables, caminando por pasillos llenos de cenizas y buscando calles en ciudades satélites, Jordana huyendo de Louis un jueves por la noche, entre callejones vacíos y húmedos dónde sentarse a fumar, pero es la ciudad y ya rozando las seis de la tarde hay que buscar donde quedarse (si es que quieres quedarte) o irse, (aunque a veces es mejor quedarse) pero era jueves social. La primera conversación que sostuvieron fue acerca de las teorías que Donal conocía, algo sobre la estabilidad de los instintos humanos, como el amor y la vida, el odio y la muerte.
—Aunque creo que tu pensamiento es un tanto kleiniano Jordana—decía con total seguridad, como si hubiese estado toda la mañana escuchando meticulosamente cada palabra que ella decía, estudiando cada oración.
—Disculpe mi sincretismo My Lord, pero es más que eso, además que no lo conozco, deberías enseñarme—decía Jordana (a los días) —enseñarme— se desesperaba (pasados los meses) — ¡coño! —no le gustaba (era constante) — y no tratar de enredarme para entender lo que te estoy diciendo, no tienes que analizarme.

Venía sucediendo desde diciembre, (el análisis, la cosa) cuando en bordes de servilletas se escribían gemidos, melodías escritas, oh, oh, oh, afirmaciones, secuelas de fricción, sudor y confusión. Porque una vez finalizado el evento, la buscaba como si ella fuera un adepto, le hablaba sobre letras y colores y campos magnéticos, líneas (que solo podías ver en tu imaginación) que lucían (obviamente en su cabeza, porque un día intento dibujarlas pero no salían igual que sus ojos las percibían) como ondas sonoras, líneas negruzcas que subían y bajaban cual pico de montañas, en una superficie blanca. El las describió como variables del spidersense. 

Acordaron el asesinato, fueron suficientes tres llamadas: el carro, la habitación y el arma. Ella lo miraba ansiosa desde el escritorio, mientras él hablaba por teléfono, aja, aja, bueno me avisas, sí Avery, es para sacar a pasear a tu hermana idiota, dale sí, yo te la devuelvo mañana; giraba un poco sobre la silla y I`ll never trust a face until I see yours again, veía la ciudad desde la ventana, la parte este (casi al norte) y Donal se reía en el teléfono, la miraba y le picaba un ojo, le sacaba la lengua.
—Tú le disparas a él y yo a ella—le decía al mismo tiempo en que se sentaba sobre Donal y ponía ambas manos alrededor de su cara—quiero que tú le dispares a él—le decía muy cerca de la cara, mirándolo a los ojos— y que yo le dispare a ella—se lo dijo cara a cara (lento y claro) — ¿okey?— añadió.
—Da lo mismo para mí—respondió Donal.

Para ambos era mucho más que lo convencional, que tomar el auto en la mañana, uno al frente del otro, siguiendo la misma ruta bajo los mismos principios educacionales, luego de fortuitas coincidencias quedar stuck in this place, pensar casi (porque eso no existe) con el mismo timing ideas similares, desarrollar planes B para situaciones incomodas y huidas de último momento. Podía parecer una simbiosis; sin embargo, a pesar de cualquiera de estas casualidades, no coincidieron en lo más mínimo, ni por una esquina, ni por una mirada o una decisión tardía de un viernes en la tarde. Funcionaban como espejos y cuando ella lo pensaba, él era más el mar y ella más el cielo (si lo pensaba dramáticamente, de resto no le importaba, entonces, él se reflejaba en ella).

Eran afines y en esa misma similaridad, bajo todo la extensa narrativa en prosa de sus ideas, de lo autodestructivos que eran, de la melancolía abrupta y la nostalgia sadista, se encontraban en una frecuente riña porque lo objetivo no existe, todo se contradice, lo preciso no encaja y confrontarse por las variaciones de temperamento es típico, sucede gradualmente, en las manos, como si fuera un montículo de arena, arena blanca que se escabulle entre los dedos, se desliza como un hecho inaudito, arenas, en estas manos, arena donde duerme el mar, la arena que sostiene tanta agua (se ríen) y abriga mucha agua (se besan) y ¿qué hacer con tanta agua? (hacen el amor) ¿qué hacen con tanta agua el amor? y se desprecian, colisionan. Mitosis, quedan inmutos.
Deberías ir con tus facetas proselitistas y la actitud narcisista a ver tus palm trees volar—decía entre sollozos—no quiero verte otra vez ni irme a despedir ni nada.
—Jordana las cosas no son así, no te voy a dejar ¿qué viene después de ti?

Todo es cuestión de asentamiento, de reposo y de paciencia. Ya era mayo y estaban andando juntos de nuevo, hablando de los colores que le pondrían a los libros «verde por si vienes y nadas conmigo, azul por si nos ahogamos en este mar, y rojo por si no vienes, por si te vas» apretó la mano de Jordana y se fue en el primer auto que pasó, con la lluvia mojando el pavimento y los ojos en el cielo.
—El miércoles los esperamos Jordy, te voy a llevar a Daniel Johann, tú vas a ver, te va a encantar—alcanzó a decir.  


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