En nostalgia

 martes, 23 de febrero
Es una pena vivir en nostalgia, como si de alguna forma no estuviéramos en el lugar que estamos y vamos yendo de un lugar a otro, apagando cigarros, sangrando, viendo como de la sangre crecen flores, flores rojas, delicadas y para el alma sublimes.
El tiempo ha pasado como si nada y tengo ganas de cortarme el cabello otra vez, de llamarte y preguntar por tus problemas, de llamarte y llorar porque no estas, o llamarte y maldecirte, decirte que te odio otra vez, que en serio te odio, y colgar, sentarme, respirar y atribuirle las acciones impulsivas a la ansiedad, decirme a mi misma que todo esta bien y continuar pensando que este baile en la calle esta fuera de lugar, que el humo me ahoga y no deja de llover, Aubrey, no deja de llover.
Lloras, gritas, me empujas y me sostienes con tus manos, las pones al rededor de mi cara y me dices que no entiendes por qué ''carajo'' no entiendo, desistes y me pides que me calle, que no responda, y te vas, triste, desamparado, victima.
Me siento como desconocida, en contra del tiempo y como si no pudiera mesurar las ganas de acabar con todo esto, de teñirme el pelo de rubio, salir corriendo tras ellas y gritarles desde el ultimo piso de un edificio, que las odio, pero que me dejen estar ahí, y emborracharme con ella (siempre con ella) y decirle entre sollozos que lo lamento, que esto se escapo de mis manos y lo peor ha sido que siempre supe que así era.
Mi mayor temor es decir la verdad, la pura verdad, la de agosto, y que el no me crea, que aun se apegue a lo dicho para salvar la amistad a lo dicho para acabar con el miedo de sentarnos en un café, como el otro día, y reír porque cambiamos el nombre de las canciones y escupimos las servilletas, y así, en el medio de risas e historias nimias, le digo que si, que así fue y así será porque no hay forma de cambiar lo hecho, lo mal hecho, los errores.
miércoles, 24 de febrero
Me causa mucha gracia ¿no? eso, sentarme ahí como esperando un desfile de doncellas, y reírme de sus desgracias, y enjuagarme las manos con sus lagrimas y patear el miedo, maldecir los colores, aruñar las fotografías que aun están en la pared, ¡dios las fotos! Aubrey las fotos, yo tan feliz, ella joven y virgen, todos vivos y amigos, todos juntos y como antes. La nostalgia consume, consume como las ganas de vernos el lunes o las ganas de que pase el tiempo suficiente para nunca decir que fue un error y que realmente si estuve enamorada.
Los niños vienen sufriendo desde hace unos días para acá, sufren en silencio, dejan notas en mis cuadernos y cuando los voy a visitar unos duermen y los otros huyen, escapan, se resguardan bajo el techo de la educación para llegar a casa a decir mentiras, a maldecir la mano que les da comida y morder el brazo que los abraza cada noche; pero sufren, cómo sufren en su desdicha y ríen cuando no estoy, cuando me voy.
Si superas mi amor, si supieras bajo el dolor que estoy sumida, bajo lo mucho que te tengo que explicar (si supiera como hacerlo) bajo la presión que me encuentro, las ganas de llamar y renunciar, ir a despedirme y decirles lo poco capaces que son, lo mucho que les falta.
jueves, 25 de febrero
Pedirle que no lo haga, y al mismo tiempo dejar que la música continué sonando, esperar un suceso de esos que es trascendental en tu vida, como el día que te conocí entre cenizas, el día que recogiste las flores llenas de sangre del piso y me hiciste una cama en el suelo, donde al acostarnos veíamos mas que estrellas, mas que cielo, mas que el infinito universo, más, demasiado. Los días nos envuelven en nostalgia, juntos en la ventana viendo la luna, oliendo mi cabello y yo pensando de cuantos pisos dirán que pude haber sobrevivido si me atreviera a saltar, solo para enseñarle que puedo volar, que si un día rompí un muro de vidrio con las manos, puedo llegar a planta baja desde el piso once. Y ver como me mira cuando le digo lo que hice, leer en sus labios ''pasaste por mucho'' y no escuchar, ni siquiera atreverme a escuchar, a pensar que si el separa en archivos, en redes, en piezas de ajedrez, yo lo mido por su coraje para decirme la verdad, para tenerme de esta manera: desinhibida, sin niveles. Y lo haré, mis amores lo haré, lo atrapare entre mis redes que ahora son suyas y una vez en ellas, revolveré sus entrañas, le haré ver que tengo la suficiente suspicacia para mantenerle ahí, hacerle decir que esto si vale la pena y que quiere seguir a mi lado, conmigo, pintando cuadros, riendo borrachos, ahogándonos en humo, escupiendo nostalgias, percatándome de no despertarlo al tapar la ventana, porque entra tanta luz Aubrey, entra mucha luz, como los días de sirenas, de las malditas sirenas; pero así estoy, escuchando su pasado, desglosándolo desde lo mínimo hasta lo mas importante, haciendo figuras de arcilla con los pesares, y sintiéndome feliz por las dichas, memorizando nombres, imaginándome su rostro dependiendo de las situaciones, recreando cierto consuelo al pensar que puedo ser la primera en algo en su vida, y dejando que mi mente lo imagine sujetando otras manos, así, en su cama, en el auto, ayer, hoy, ahora.
viernes, 26 de febrero
Te dije que no era reciproco y no desististe, procediste a darme sueños de un sábado por la mañana, de esos que me deja agobiada y con ganas de tirarme al suelo a llorar. Como que árabes me persiguen en un espacio que conozco y llamo casa, un espacio que se deforma a medida que huyo de la muerte, que me escondo tras las curvas del viaje que hiciste para llegar a donde yo estaba, a la mesa donde te esperaba y donde sobreanalizaba lo que nos dijimos esa tarde, donde pensaba por que carajo hice una metáfora con barcos de vela y tu mano y la mía, y cosas de esas, de esas que degradan por poco usuales, por atípicas. Camine y entraba en desesperación, cuando me dijiste que tenias que aceptar las cosas tal cual eran y que realmente te sentías triste de que me fuera de tu lado, aun así acordamos mantener los grados del cálido saludo por la tarde y el frío gélido por la mañana, cuando tu no estas y yo ando en el infierno. Te comente, claro, por cierto, que por favor sellaras en sangre los pactos del lunes, que no escribiría sobre eso y que el sábado no quería despertarme y soñar que estaba soñando, que me agredían, que gritaban y se escondían, que yo terminaba bajo las mismas sabanas en las que duermo, temiendo por mi vida, pensando tanto en ti.
Sangraron el lunes 22 de febrero y para el sábado 27 recogieron flores, flores rojas, hermosas y pequeñas, de esas que nacen en la sangre, como lo fértil en un terreno baldío, como el agua abriéndose paso en riveras, como un domingo 28, una excusa trivial para explicaciones que no tengo ganas de dar, como mentiras de tardes y cuentos largos por la mañana, como su cuerpo junto al mio, o sus ganas devastadas, y así, poco a poco, los días se cargan de melancolía, y entre las ganas de volver a lo que fue, a lo que pudo haber sido, se continua inerte ante los cambios.


No son juego de palabras, son alegorías.





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