Sobre tu triste ciudad.


Pasamos a su lado, descaradamente, hablando de lo mucho que deberíamos llegar a casa y hacer una lista sobre las mil y un cosas que debemos organizar; solemos ser muy ordenadas. Desde hace un tiempo ya dejamos de echarnos a morir por no poder respirar cuando, entre una gran multitud, se nos vienen las ganas de vomitar a la cabeza. Tu sabes, esas que son incontenibles, antecedidas por ese gusto salado que te envuelve la boca y ahí, poco a poco apoderándose de tu control, llega, lo escupes en su cara, le dices que te traiciono, que te encontró mal parada, que te tuvo que pedir un montón de disculpas. Me gustaba mucho poner una cosa tras otra, por orden cronológico; primero me eche al piso y contenía la respiración buscando morir porque tu no alcanzabas mi posición, porque yo debía llamarte a gritos cundo aun estabas a mi lado, justo cuando reconocí que si la del problema no soy yo, no hay motivo por el cual cambiar, poco a poco fui entendiendo que si no ves las cosas de la manera en que yo las veo, y me molesto por ello, ese era el problema. Pero dos meses después me sujetaban por algún tipo de extremidad que no consiste en explicaciones absurdas para llegar a ella, y cantaban cual coro de ángeles : quédate conmigo, quédate sin él, quédate sin ti, yo me quedo contigo. 
Que terrible malgastar los días pensando que no te importa, que me voy de la ciudad, que te quedas con ella; mientras bailamos una especie de vals entrecortado por daños técnicos, y apreciamos lo divino de esas vistas que te quitan el aliento; sobre tu hermosa ciudad, ese montón de lucecitas traviesas que una tras otra van pestañeando y jugueteando entre lo relativo del espacio para llegar a ti. Y como siempre, con una mano en la cintura, la otra sosteniéndome, pidiéndome a gritos que nos vayamos de aquí. Recuerdo que llegamos, y sin mucha habladera (detesta los dramas) pidió que lo sostuviera cuando cayera de lo mas altos de mi cuerpo, que lo abrazara tan fuerte, como si quisiera sacar todo el amor que hay dentro de él. 
Aubrey, o Rey, como yo solía llamarlo, nos encontró jugando con unos gatos (creo que eran gatas) y sin mucho que pensar se fue encima de nosotros diciendo que se enorgullecía por la sonrisa en nuestros rostros (no solíamos sonreír) Repasando las escenas, creo que siempre existió cierta rivalidad entre lo que paso y lo que pudo haber pasado si... 
Podría decir que soy la culpable, una mil veces si la historia se llega a repetir (serian demasiadas), diría que no hubo mejor espacio que el vació del doce, que el calor del trece, que el amor en la primavera. Sucede que, cuando se piensan mucho las cosas tienden a llevarse a cabo, como que yo terminara pensando que irme contigo seria sensato o que dejarle notas en las escaleras podría acabar con su ambición, pero, no hay nada peor que saber que no debes hacer algo y aun estas ahí, echándole leña al fuego, poniendo tus pies donde sabes, no debes pisar.  Porque es evidente, que ante el placer de una mesa blanca, con esas tazas francesas para el té, no hay autocontrol que resista. Quisiera que estuvieras en su lugar, creo que él tanto como yo, sabemos que te necesito, necesito pasar por ti unas cuantas escenas atras, decirte que luego de tantos años buscandote al fin supe que no encontraria en ti lo que nisiquiera sé qué estoy buscando. Tengo ganas de no pensarlo mucho y evitar recordar palabras claves que rimen con tu nombre para escupirle al cielo poesia, de esa que pesa tanto que a un par de esquinas a la izquierda, cae sobre mi cara como si lo tuviera merecido. Si supieras que la culpa es un sentimiento terrible, sobretodo porque no toca el timbre, entra y se va, sino que me divisa desde la puerta, viene, va, viene de nuevo, entra, se sienta conmigo, me hace... pensar que lo merezco, que ya nada será como antes, sabes, sentirme la victima; ¿los culpables no poseen esa ventaja? (¿es una ventaja?) porque si lo fuera, me dejaste el la linea de partidad desde el inicio, siendo victimida de tu propia forma de muerte sofocante, de esas que te hacen aferrarte al poco aire que queda en tu boca, porque fue tu culpa dar por sentado que yo nadaria en tus venas, en tus nervios, y te haria sentir lo que por conveniencia debias, pero no era asi, nunca te correspondi. No es mentira, el tiempo ayuda a que se desarrole la materia, a que entiendas que el entrar asi, tan despiadadamente no colabora con las ganas de vomitar, con tus hijas, y sus hijos, y los aeropuertos donde sabias que querias estar con ella. Mentiras. 
¿Con quien me quede? ¿Con quien será? las casas pierden color, tu aroma se desvanece de un misero recuerdo, como si fuera un papel donde se pudiera copiar, y explicar por medio de letras ese aroma tan peculiar. No seria nada comun, nada dulce, nada como ... ¡si me quieres dímelo! porque es un poco frustrante organizar las razones por la cual te pediria disculpas, para finalizar diciendo que no sé, por todo en realidad. Porque de verdad estoy cansada de buscar esas palabras que con otras se contradicen y tienden a ser lo mismo al final, de esas que les gusta a todo el mundo, porque pienso que seria mejor que en cajas negras nos entreguemos el tiempo, el espacio, los nervios, estas terribles ganas de vomitar... 
Esperare a que pienses lo mismo... 




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