Luna, hija.

Te llame bastantes veces, quizás se cayo o algo, o era por eso. Cuando pasaron 6 meses dijiste que tenia razón (cosa rara) y entonces confabulaste con las ganas que tenias cuando ni siquiera habían pasado dos semanas; diste tres vueltas y volviste, fingiste que tenias interés solo para evitar que reprochara el poco ánimo al verme llegar con muchísima azúcar, muchísima sal. Luego de vomitar diez veces, de caer al cielo y dejar de tomar limonada los miércoles, al fin decidiste que lo mejor era dejarlo fluir, se te olvidan los propósitos rápidamente, las ganas se esparcen al ver los colores de la faena  y entonces, cuando te dije que me gustaba ese nombre, que me gustaba ese olor, desapareciste. Qué mal habito ese de pasarse el día pensando en lo oportuno de aprovechar algunas oportunidades que realmente no llegan, o peor aun, subir las expectativas con dichosas invitaciones a caminar dos kilómetros, a hablar sobre poemas, ¡mejor aun! dejar vencer las ganas en lugar del sueño. Me imagino cómo sería, ¿tu no? según, a los 8 meses era lo suficientemente lista para hablar en francés y decirte que por favor debías desperar. Me imagino cómo sería, ¿te acuerdas? cuando caminábamos uno al lado del otro, tu sosteniendo tres notas musicales entre tus ojos verdes y el cabello amarillo, la sonrisa roja, tú cerebro azul. Imaginamos cómo sería, no estar solos de nuevo, no respirar aire feliz otra vez. Ay, si tu supieras cómo y cuánto se me revolvió el estomago esa mañana de Mayo (a casi terminar) cuando vi su cuerpo desfilar enfrente del mio, esta vez evitándonos, queriendo saludarnos, yo pensando qué decir, al ver... ¡Basta! pienso que ya es suficiente, que los números estaban al revés, que ahora esta cuenta regresiva acabará con algo que empece creyendo que era infinito, hacia allá, hacia donde nadan los meses y esto crece, porque a los 9 llegó. Muy bonitos sus ojos (como los tuyos) las ganas de absorber su luz y hacerte reconocer los pecados, escupirte en la cara por ser tan dependiente de ella, por no saber decidir, ¡carajo! en qué lío me metí al decidir nadar en tus ganas. Cuando cumplió 3 años quería saber de ti: una locura sin antecedentes,le dije, también, (cómo olvidarlo) mencione los aromas, los colores y los sonidos; quedo bastante entusiasmada, quería saberlo de nuevo: la razón por la cual le pusimos ese nombre.
Te quejabas de estar solo, todo el día diciendo lo mismo, que te sentías diferente, que no encajabas ¡que fastidio! todos se quieren autodenominar diferentes, son tan iguales: queriendo ser desiguales.
 Y me dejaste ir luciendo igual a como lucia en la mañana. Si me arrastra, tu no vendrás conmigo.  

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Peter de mayo

Al otro lado del río y entre los árboles

Cuentos de luz en un cuarto de oscuridad en Amanda 215