Mejor que de frente.

- Amor pregúntame, pregúntale; no es contigo.


Ayer no le eche azúcar, debería dejar de consumir tanta azúcar. Las cortinas y la mesa de noche se han llenado de polvo otra vez, las alergias han vuelto; un antialérgico por la noche (con suerte me despierto de buen animo mañana) luego algo de 500mg para el dolor de cabeza, probablemente sera necesaria la vacuna contra el polen, mañana no puedo olvidar las vitaminas y el medicamento para las defensas, ¿algo más? ¡ah si! la buena cara y la actitud. Las 4 AM, un poco mas, un poquito mas; ¡mierda las 6! Tarde o temprano, el lunes nos robaron. Ayer vi su vida a punto de disiparse en la densa atmósfera de miedo, él dijo que era una 38, ¿en serio?
Quizás un poco tergiversado, a mi también me gusta escribir guevonadas.

Últimamente he ordenado los temas que voy a pensar ya que descubrí que convierto todo en un dilema y posteriormente en una distracción; practica dolorosa para aquellos que solo pretender olvidar. Podría decir que ya he acabo con lo poco de paciencia que tenia, soy victima de mis plegarias. No hay nada definido; debo manejar el orden, poseer el orden, tener el control ¿en serio soy tan celosa? ya va, te fuiste (me duele un poco la garganta). Según yo, nos disponíamos a crear faenas que consistieran en rudimentarias (y obligatorias) citas un jueves (yo prefiero los viernes) por la tarde a eso de las 3; me gusta el té de menta que hago con un poco de miel y azúcar al gusto (bastante azúcar, mas, mucho mas) dijiste que también te gustaba Vivaldi (a quien no) pero que Debussy (mi Debussy) era un poco triste para la ocasión. Hablábamos de animales, una especie de toro (o caballo, qué se yo) y entonces descubrí que nada de eso estaba sucediendo, que la planta de menta seguía en el jardín y que me había dispuesto a dejar de consumir tanta azúcar como fuera necesario.

Me dijeron que no debía hacerlo, que era inadecuado ¿cuando debía ocurrir? ¿cuando un momento es realmente el adecuado? solía pensar que todo era relativo (a veces lo pienso) solo que al mismo tiempo tengo un picnic en el cenit de esta etapa; estaba borracha. Y entonces tenias que aparecer tu, hija de puta, con esa sonrisa casi perfecta, ese aliento a juventud y tu carácter tan recio, tan imperante, con tu piel oscura, oscurita, y esas carcajadas que echabas cuando eras feliz (conmigo) ¡ay mujer! ¡ay mujeres! dejen de atormentarme la vida con sus amores efímeros, con las epifanías que suceden y cesan pero dejan su aroma en cada una de mis almohadas (tengo seis). Estaba borracha, sabia que pasaría, que yo pediría eso, que escucharía esa canción, que amanecería sabiendo que lo estropee todo (que la cague, literalmente) que esa mujer, esas mujeres, con sus frases viejas y usadas, y malgastadas y dolorosas (¡vaya dolorosas!) iban a revolver mi mente, jugando entre mis dendritas (si, ahí en el cerebro) y que me harían evocar aquel día cuando al fin (cosa rara) le dije a la blanca, si, a la blanca, que me estaba muriendo, que si no me escuchaba quizás yo terminaría por buscar cianuro y morir con clase, pero no, tenia ella que venir con su frase balurda a ponerme los pies en la tierra y recordarme que callada me veo mejor. Luego ocurrió, el desfile de idiotas que pasaban sin saludar mientras yo sostenía un arma sin balas (no era la 38) y les apuntaba y disparaba pero no hubo destello, ninguno cayo; se burlaron de mi. Me dijo lo mismo, con el mismo animo que tenia ese día, el mismo tono de voz y entonces me di cuenta que estaba llorando, llorando con ganas, como siempre quise, como nunca pude, como lo necesitaba, como nunca aprendí a llorar; y llore por aquella morena, por la blanca, por el que tenia pecas, por la hija de puta que se llevo mi inocencia, por la distancia entre lo relativo y las contradicciones; y llore, llore como siempre quise hacerlo y de nuevo todo paso desapercibido, de nuevo gané el Oscar por mala actriz, porque eso fue lo que dijo cuando le di el té sin azúcar, (y de durazno)  que yo solo andaba de aquí para allá, que debía organizarme.

Y ahora te gustan las sirenas, podría decir que incrementó el porcentaje en comparación con ayer, ¡Dios mio! serán incontables los días en que repitas senilmente que no te interesan sus curvas, su color, el olor, el tamaño (ambos sabemos que te gusta el tamaño) pero sobretodo, la pureza, lo virgen de sus sabores y emociones, la manera en que te mira (maldición, como te mira) y la luz de afuera le da justo en los ojos y entonces te sonríe, y ahí estarás, repitiéndome que no te gusta, que te parece nimio su nombre y su voz, su risa, sus gritos, sus gemidos (Dios, sus gemidos) ¿como sera? una 38 probablemente.

Lo hicimos, dejamos fluir la faena, yo diciéndole a un hombre de tez oscura que me gustaban sus pestañas (si me gustan) y luego tu fingiendo demencia ante lo monótono de los días a mi lado, lo decadente de nuestra estructura cuando poco a poco te des cuenta que no pertenezco a la vida, que tu perteneces a ella y que conmigo solo pones a prueba lo que sientes, lo que ella debería sentir, el recelo, las ansias, el olor, los gemidos (Dios, los gemidos) y los días, los hijos que tuvimos, los viajes que realizamos, cuando esperamos en el aeropuerto, al cantar con Radiohead, luego de los 6 meses en París, finalmente la boda (sigue doliendo la garganta) y cuando tu mamá me abrazo, si que me quiere, me abrazo ¿te acuerdas? que te ofrecí un te con 38 porque tenia poca azúcar y entonces lo sabias, que yo era inestable, que estuve borracha, que lamí su cara una vez que estuvo  en el suelo, que era narcisista, que detestaba su aroma, su olor, su maldita pureza (incrementa, es una 38) y ahí, ahí amor mio, el mundo se habrá devastado ante nosotros, así como ahora, así como ayer, como siempre estuvo devastándose agónicamente hasta reducirse en palabras que nunca dijimos mientras esperábamos en el aeropuerto, o cuando aprendí a hablar francés, cuando me fui, el nombre de tu hija, su pureza, la pureza de la sirena, la 38, el té (Dios, cómo duele)


Y si te escribí las cartas qué, prefiero pedirte azúcar un martes que irte a visitar el viernes. 

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