No sé.

Junto con todo lo que hablamos, o probablemente no hablamos, llegué a la conclusión de que todo eso podía solo ocurrir en mi imaginación. Como que tú estés en mi cama citando a Cortázar, o que yo en lugar de desnudarte te deje ahí mientras te observo. Me cuesta tres años descifrar por qué es tan irremediable la inseguridad que me rodea cuando me llamas llorando en busca de una solución, y yo solo me derrumbo por oírte llorar. Me sentaré a recordar tus ojos que balanceaba al sol tan solo para ver su verdadero color, porque cuando los días son nublados simplemente tu no dejas que yo los admire. Te dije que cuando cierras un ojo al reírte dibujas otro tipo de sonrisa, te dije al conocerte que saludarte sería una misión suicida, porque sabía yo que tú si sabias hablar. Dejaste que los días se fueran y mientras sobrabas allá me hacías tanta falta aquí. Quiero regalarte la energía suficiente para que cada día luzcas más hermosa, porque sé que a veces vives con ganas de dejar de vivir, yo debería tener esa prioridad que tanto le regalas a él, de besar tu sonrisa y oír tus labios. Supe yo que muchas veces dijiste que nada sucedía y todo fluía como debía, pero al día siguiente seguías citando a Cortázar en mi cama, seguías vestida en ese lugar. Me comentaste tres días continuos que te encantaban las canciones de fondo que yo mismo componía para ti, mientras tú te esforzabas por recordar y yo tan solo por escucharte, me dijiste que hablarías francés para ambos y que te irías para no volver jamás. Respiraba en tu cuello mientras recordabas por qué te gustaba tanto el olor del café de mi mamá, que te llamaba ''genuina'' y no que te veía como una más. Tenía tantos deseos de ser tuyo, tenía tantos deseos de interrumpir a Cortázar, desnudarte y citarte lo que una vez solo pudo pasar en mi imaginación. Aprendí la noble tarea de esperar mientras tu solo decías que querías irte, ¡uy no! que mujer tan estresada ¿No puedes estar tranquila y no más? descifrar el olor, agudizar tu mente y recordar el sonido de los gemidos que nunca me regalaste mientras citabas a Cortázar.
Ese día cambiaste de idea, dijiste que te fastidiaba mucho leer, que te irías a Geneva y usarías un vestido color lavanda que yo debía quitar para ti. No sé si lo hablamos, no sé si sucedió, no sé si fue ese vestido o si paso en mi imaginación. Pero cuando me abrazaste por última vez y citaste a Cortázar no hubo otra opción en aquella 
atmósfera de tensión que yo había creado. No sé si el vestido era color lavanda o si ese lugar era Geneva, pero cuando dijiste que era mi imaginación y que podía desnudarte si quería, yo solo pude visualizar un vestido Geneva y un viaje al color lavanda. Y ahí estabas, olías a pasado mientras mis dedos se deslizaban en tu cabello y decías que así fueras Venus de Milo, cuando yo entrara a tu universo tú me abrazarías. Recogiste tus dos horas perdidas e insististe en irte antes de las 3, porque mientras tú hablabas yo solo podía imaginarme todo lo que podría pasar, si tan solo lo que dije anteriormente hubiese pasado. La verdad es que nunca hubo dicho vestido lavanda y mucho menos una Geneva para mí, pero la satisfacción de oírte gritar mi nombre es una dicha que me hace recordar lo narcisista que eres, lo débil que soy cuando te despides con un tolerante apretón de manos, lo exquisito de imaginarte diciendo que tampoco sabes nada porque yo pierdo el tiempo imaginando. 
Ambos nos volvimos victimas del otro, y mientras yo quería que fueras mía tu solo citabas al maldito de Cortázar, tu solo seguías vestida, yo solo intentaba entender por qué no era posible irnos a Geneva o comprarte un vestido color lavanda, o pelear con tu cabello por caer en mi cara cuando decides darme la espalda cada vez que te enojas. No sé si llegaré un día a conocerte o si ya te conocí, no sé si tus ojeras son insomnios anunciados o que malgastas la noche conmigo haciendo el amor, no sé si aún estas esperando en mi cama vestida o si aún yo debo volver a Geneva porque el polvo que había en tu casa te hace imposible respirar. 
Me voy de vuelta a los días de hace tres horas, a los días en que nunca supe si eras tú de verdad, en que cantabas a todo pulmón algo de los Beach Boys y decías que tendrías más clase y gracia cuando yo intentara descifrar lo ambiguo de tus ideas; y te besé, no sé si sucedió un jueves, si eran las 3, si aún era mi imaginación o tú en mi cama vestida otra vez, intente recordar pero no sé mujer, no sé. 
                                                                                                                -E.S.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Peter de mayo

Al otro lado del río y entre los árboles

Cuentos de luz en un cuarto de oscuridad en Amanda 215