La Novia de Bretaña
Mi vida, quiero
cerrar tus ojos con mis pulgares, sentir tus parpados sacudirse tras el impulso
de proteger tus piedras preciosas, citarte en un café para negar lo que siento
por ti y luego llamarte para ir a jugar. Me siento adormecida, con la frente cayendo
de su lugar, estoy dubitativa, sugestiva, no termino de explicar el
sobreanálisis de lo que ocurre; parece un dedo gigante presionando mi cabeza, me
hunde en la tierra. A pesar de todo este peso sobre mis ojos, puedo ver a los
hombres, a estas mujeres, mis mujeres, las palabras que usan y cómo su mirada
se detiene por un momento, fruncen el ceño y desde adentro un pequeño humano
extiende los brazos para alcanzar un recuerdo que fugaz se aleja, se da por
perdido. Eres inalcanzable, te siento muy por encima de mí y me estiro, me
pongo de puntillas y alzo los brazos, los estiro para tocarte, jalarte, pero cada
vez que la yema de mis dedos roza con la trenza de tus zapatos, recoges las
piernas de golpe como si fueran tentáculos contrayéndose.
En este bosque
huele a oscuridad, hay árboles de hojas muy oscuras, un verde negruzco bastante
opaco sobre un tronco que resulta imperceptible. Un detalle renacentista del
tipo gótico sobre la sabana en que dormimos anoche, donde entre risas tus ojos
me miraban, pero no me veían, porque al estar en este juego ninguno de los dos
puede ver. Somos cuatro en un molde de dos, para Celina, Cecilia, Cerina, la
loca esa, perder color como las flores presionadas de las agendas viejas, es
parte del juego (aunque ella no lo sabe), posee otra mano y amedrenta, acosa, amenaza
y busca adentro de su nido, entre sus cosas, una pala grande y desinfectante,
va excavando entre tú y yo, un agujero infinito donde caeremos cuando menos se
lo espere, en un suave descenso precedido de un beso donde entraré en ti y nos
sentiremos afines.
Para ti este
momento, el ahora, lo que sucede, es una copia exacta de lo que sucedió al lado
de Celina, Cecilia, Cerina, cuando su juego era de dos y yo giraba en fantasía,
siendo víctima del happening de ayer
y de tu energía, de tus incertidumbres y sugestiones, de tu curiosidad y de las
ondas que viajan y retumban, permitiendo su medición en diferentes unidades,
entonces si estás conmigo tu cuerpo reposa en mí, presiona mis senos y se
ajusta a mi horma, aunque torpemente choquemos, tropecemos y riamos, nos
sentimos, encajamos fuera del molde.
Adamas Mercurio,
un caballero de la época medieval, con traje de fantasma escocés, aterriza con
sutil espontaneidad y hace una reverencia, sonríe mostrando sus dientes
chiquiticos y promete cuidarme, amarme, peinar mi cabello luego de las duchas
matutinas y abnegarse a lo que sentimos. El juego, las justas de Bretaña, una
rayuela y dados, moldes con formas de cuerpos de jovencitas veinteañeras y de
hombres del futuro, Adamas Mercurio no puede jugar, fuera de esta dimensión rosada
el crece, sin medida sus piernas se estiran, sus brazos se alargan y no cabe en
su molde, monumental, colosal, está fuera del juego, sus dedos dan al espacio y
casi alcanza a los Chielos, que pululan de un sitio a otro, corren de espanto.
Pobrecita
Celina, Cecilia, Cerina (todavía no doy con su nombre), camina por el puente
entre el frio y la neblina, con los ojos hundidos en ojeras y las piedras
preciosas, verdes, cubiertas de humo que sale de su boca. Llena de rabia en su
mano lleva el molde en el cual no cabe, fuera del juego por no presentar las
medidas requeridas para participar, cabizbaja, iracunda y de pasos fuertes y
pesados, se dirige a mis aposentos, grita mi nombre, una baba viscosa y verde
sale de su boca, que hiere, lastima mi pequeño jardín de tréboles.
Chiquita Celina
o Cecilia, yo creo que Cerina, pasea de un edificio a otro y en su camino va
excavando agujeros, dejarla fuera del juego le lastimó al punto en que diseñó
un plan para capturarnos, consistía en hacer agujeros de 3 metros de
profundidad, donde al caer, una pequeña manada de gatos persas le irían a avisar
que ganó un juego, su propio juego bajo sus propias reglas, todo bajo control,
como a ella le gusta, a su manera. Ahora de pie in the shallows, es una criatura que nadie desea, sobre un
ecosistema que acostumbra a ver lo hermoso del verde renacer entre grietas, de
la naturaleza abrirse paso a través de los tuétanos de la historia, mi juego
Celina, mis reglas.
Al lanzar dados,
metras y perinolas pidió la tregua, sostuvo su molde fuera de medida y lo
abrazó despidiéndose de mi vida, mi ángel, quien la dejó abatida, soñolienta y
con besos de despedida, en un cuadro donde yace acostada sobre un charco de
sangre, llevaba una falda roja, Converses y blusa blanca ceñida al pecho, con
una pose extraña, sus brazos doblados hacia atrás y el cuello en un giro. Los
muchachos de la fraternidad susurraban entre la multitud que la habían asesinado,
yo la veía dentro de un cuadro de Schikaneder, opacidad, el suelo, sin luz en
sus ojos, humo, hipocresía, una escena donde perece sobre el molde en el cual
nunca pudo caber y que la dejó fuera de este juego, mi juego, mis reglas.
Baby you’re blue
Yo soy para ti
un cuerpo calentando el lado derecho de tu cama, salgo de mi cuerpo, me ves
encendiendo lámparas y deseando aletargar el momento, salirme de este plano y
verlo por fuera, apreciar al instante cómo estás ahí a un lado, yaciendo en tu
lugar, confiando en la cercanía de otro cuerpo, que está ahí pero que está al
frente de ti viéndote, deseando tomar el segundo con ambas manos como si fuera
una bola de cristal a través de la cual se observan las cosas hermosas, con un
tono purpura y estrellitas azules. Entonces estar contigo se convierte en un
gato acostado en mi cabeza, el calor de su estómago y los pelos rubios
esparcidos por todo el edredón. Una mano en la cadera, en el muslo derecho y tu
aliento empañando mi cuello, un viaje interplanetario con escala en Beirut y el
gato pasándose a tus piernas.
Sé que no me
quieres como yo quisiera que me quieras, ese es mi karma, un dragón que surfea
las nubes y finaliza su viaje aterrizando en mis piernas, tragando su cola,
cerrando el ciclo. Es una pena, para mí todo esto resulta una sentencia
innegable, irrevocable. Tu conquistando mis planes, mis pasatiempos, sonidos y
gustos, colores, sabores y anécdotas, ‘’echarte mis cuentos’’ mientras tomamos
café o mientras te bañas y hago figuras en el vidrio que se empaña, que no se
quiebra. Cuestiono todo esto, lo sobreanalizo y me echo sobre la mesa, angustiándome
porque sé que estas por ahí, al frente de mí en el edificio donde se dictan
condenas, pensando en qué sé yo qué, yo deseando estar contigo.
Te confinas a mi
boca, a mis ojos cuando me acerco y te veo, mi amor, mi vida y aprieto la bola
de cristal para atesorar el momento y poder tenerlo en mi poder, adelantar a la
parte en que tus labios se disponen a complacencias sexuales y yo estoy
pernoctando en la parte baja de tu cielo, luego lo detengo, te veo mirarme con
ojos brillosos y chiquitos en contra luz, hago zoom en la imagen, miro el
destello que se derrama en la parte izquierda de tu rostro y que se esparce tenuemente
sin romper la armonía de tus facciones, finalizo apretando un botón y
ralentizando la secuencia de imágenes en que sostienes mi mano durante la
entrada y mientras yo cierro los ojos me dices que me quieres y te quedas
adentro, yo detengo la escena.
Vivo consciente,
estoy muy clara que yo no podría ser ella, baby cómo podría ser ellas, cómo sería
una de ellas; sé que las ves, cuando pasas tus dedos por mi espalda ves la
espalda de una de ellas, cuando me pruebas, al estar arriba, tu cuerpo sin
darse cuenta va comparando texturas, te recuerda que hubo una piel más tersa o más
oscura, instintivamente reacciona a mis gestos, a la forma en que digo las
cosas, sin ánimos porque estoy molesta o cansada, con una mano revoloteando por
el aire, ajustando tu cerebro a distinguir mis tonos de voz que van acorde a
los estados de ánimo y los manierismos, cómo me agacho para recoger la ropa, cómo
me desvisto y me siento sobre ti, fueron tantas estrellas que involuntariamente
tu cuerpo no puede distinguir mi luz, cede.
Sé que no me
quieres porque yo no estuve en tus ojos, tu tampoco estuviste en los míos, ciegos,
perdidos y conmovidos se paseaban por la sala, bajo una suite hermosa de Bach,
probablemente iban modelando su cuerpo, las imagino altas y esbeltas como
Celina, Cecilia, Cerina, quizás rubias o morenas y todas con la disposición de
quererte no matter what, porque tus
piedras, mi vida, tus zafiros y ópalos ven al mundo con infinita tolerancia,
distinguen entre capas aquello que podría ser un defecto y lo recibe
positivamente, a brazos abiertos lo ama. Ellas te quieren porque eres un pajarito
atolondrado que ama y se ríe, se dedica a aprender a vivir, a disfrutar esta
aventura.
Tus ojos no me
miraban a mí, dibujaban otra boca que sonreía para ti y que sentías que amabas,
en algún polo frio del norte o acá en la ciudad que se quema. Yo me imaginaba
un jardín en Italia, un perro Corgi gordo acostado en las piernas de Peter,
quien ahora es cenizas, quien años atrás se quemó en la ciudad y no vuelve; mi
vida esos días no volverán, tú las ves a ellas, tus mujeres, mientras la suite
para piano de Debussy nos desnuda y me entrego a ti, te busco un lugar dentro
de mis energías y me evaporo en tus piedras preciosas, soy fantasía, de colores
amarillos y rosas, tréboles de cuatro hojas marcando pauta en lo que es mi
vida, en donde ahora estas tú, siendo suerte, fortuna, un juego al azar.
Un juego
atrevido donde todo se basa en el riesgo, en sentir que esto es incorrecto, lo
que siento por ti es inadecuado, a destiempo, totalmente impredecible (qué iba
a saber yo) sacado de la nada mi vida, esto que siento por ti es desmesurado,
invaluable, quizás análogo con otros cuerpos, personas o sentimientos, pero
feroz, un juego implacable, hermoso, que requiere de risas, de una frágil caída
a tu lado donde las sensaciones se manifiestan al triple y soy sensorial, una
cadena de reacciones que antecede a la caída, al vacío dejando un susto en el estómago
mientras vamos a metros, kilómetros por hora, 3 metros y los gatos persas
corren a avisarle, capturados, jugando, queriéndote mi vida.
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