Cascanueces

Hay una cesta en el baño de un amigo que siempre veo cuando voy a cantar, y pienso que si me preguntaran acerca del desdoblamiento astral y los frecuentes ataques de pánico cuando los Dejavus vienen seguidos, honestamente reflexionaría que eso es valido, corazón, pequeña, tan delicada y bonita. Te veo desde afuera, y siento como el cabello se mueve en tu espalda, mi espalda, y que te ríes con la cabeza metida entre las rodillas, las palmas de las manos en tus pómulos, y sé que ves la canasta, elemento necesario para recordar si fueron dos, o si fueron tres, pero que seguramente (eso es así) no fue uno.
A veces soy o a veces eres tan Patricia, Laura, Lorena, yo creo que Esmeralda, pero tienes un poco de Luisa, a veces tan María (todas son María, sobre todo en la mañana) cuando te mueves entre los chicos, creando colisiones, cual planetas (lo que temes) y esos muchachos que parecen tus primos, mis primos (recuerda los discos de vinilo de reggae, en pleno año 99) peleándose entre si porque les cantas en la cara, tu aliento empañando lo blanco de sus ojos, mientras sientes lo sublime de la libertad, tocarte las piernas, subir, alzar la camisa y bailar, mover el cabello, cantar con desdén y recordar que a las muchachas no les gusta, eso de andar de realenga, como un pajarito en la ventana del cuarto, despertando a los enamorados, por confundir su canto con un teléfono celular a las nueve de la mañana.

Se hace muy tarde mi querida, (nicknames) se hace tan tarde y veo la cesta, la cesta con ropa sucia de ayer o de hace unos meses, cuando recordaba que con un trago salía a hablar de la economía del país, que si a veces estamos en El Cine y ''no tan veces'' en casa, sedientos, famélicos, y que si eran dos quizás balbucearía banalidades sobre los versos de arte mayor, pero si iban más de tres a ti te empezaba a gustar esa música chimba donde siempre suena un piano eléctrico, así bajitíco, te pones como lenta, ida, taciturna y ajena, que ni yo misma te reconozco, aunque de todas maneras, de todas formas, habidas y por haber, no te reconozco, no te encuentro una vez que me voy, que ando por ahí, tu sabes, enredando piernas con García o en el auto con algún muerto de esos que tienes en la pared (alemán, esos me gustan mas). Una vez que llego, que paso mis dedos por las paredes, y te encuentro plácida entregada al inframundo, sé que no eres la que dejé, que no te perteneces, que no somos quienes eran afines y reían de las casualidades, no le atribuían valores nimios a sus procedencias.

Te busco porque sé que nos pertenecemos, nos sentimos en la dermis, cuando te pasan cosas buenas y te entra el frío en las tripas, y tragas saliva recordando mis ojos muy cerca de los tuyos, diciéndote que lo que quieres es vivir, no subir, porque tu miedo significa que quieres esto, la vida, el aire llenándote los pulmones en la mañana, oxigenando tu cabeza, las lagrimas cuando todos ellos se mueran y el placer de ver los ciclos cerrarse, nacer y crecer y cerrarse, como deben ser las cosas, con intermedios lógicos, no con majomenos y no ses que fastidio esos no ses. Estoy segura mi querida, que esto es lo que quieres, porque si no lo quisieras tú ya hubieses subido, y te fueses quedado sin aire en el piso dos antes de besar el suelo (luego de llorar sobre el), porque el miedo que tienes no es por el dolor tras el arrebato de tiempo y espacio, sino por no vivir lo que te corresponde, y por eso mismo, por eso mismo sé que quieres vivir.

Te pediría que no te fueras, que me dejaras caer sobre tu pecho caliente luego de que sacudes la cama, y te tumbas con la cabeza en los brazos y piensas que ella te hace feliz pero que tu me amas, que me amas y eso te pertenece tanto como me pertenece a mi; perderte no es mas que un hueco en el ciclo, porque al pertenecernos el ciclo no tiene final, y sigue viviendo, le crecen flores, todo un ecosistema, donde convergen tus miedos, tu risa, la dicha y la penuria, y de donde no te vas a ir porque sigues sentada viendo la cesta, con el golpe en la cabeza, las venas palpitando «cómo puedes despertar con alguien a quien no amas» lo piensas por la gorda, por la morena y por él (¿y por ti?) que dice sentirse tan solo, que dice que quiere subir.

Aun tengo miedo, que un día que vaya a volver tu estés muy ocupada pensando en el tiempo, en las placas de cemento, de cemento y concreto resquebrajando los huesos, aplastando tus costillas y exprimiendo tus anhelos, sacando de ti toda la tierra que hace a tu jardín estéril y que te tiene en otro plano cósmico, paseando en otras figuras geométricas, buscando por la pe petunias y por la ge girasoles. Quiero llegar y verte ahí, con los dedos fríos dos minutos antes de entrar en contacto con mi mano, y sentir como se resbala de la tuya porque sudas, estas nerviosa, abriendo portales mas arriba del hipotálamo, donde quisieras que tus neuronas no hicieran sinopsis para no sentirme llegar, caer sobre ti y fusionarnos cual simbiosis, pertenecernos.

No vayas a subir.

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