Los jubilados

- ¿Vas a ir al velorio? -preguntó como fastidiada, note que había mucho ruido de fondo, como si estuviera en una escuela o en una feria. -No, no creo, ya son casi las 4 de la tarde y no tengo cómo bajar - respondí. Era verdad. Un si significa si, un no significa no y un no sé, es un no. 
Estos días han sido una locura, apenas estamos paseando por la fraternidad y ya queremos dejarla, o salir corriendo por los pasillos recién encerados, en búsqueda del momento para resbalarnos sobre ellos, obteniendo un aterrizaje de inmortales, como si voláramos al ras del piso y nos ven caer con tanto estilo, tal cual una pluma, ligera, frágil. 

-¿Por qué dejamos la fraternidad amor? ay Dios, ¿será por la sonrisa vertical? Que chévere era caminar a tu lado, tus manos dan justo a mi cadera puesto que eres más alto que yo, la rodeas, la aprietas, la llevas a ti. 
-Mira chico, ya estoy como el loco de tu papá -reímos - se acercó y me dijo ''te extraño'' y yo voltee los ojos, como viendo las nubes, como contando los días - Falta poco para mayo, Aubrey, falta poco para mayo.

Antes de que se fueran dejaron a Alicia sentada en el mueble esperando una llamada, que risa me dio, o sea ¿qué le pasa a ella? ¿Cree que siempre van a ir a buscarla? ¿A llamarla de vuelta? que tonta, debió haberse quedado en el sur, en la ciudad donde todo es avanzado y se la pasaba con sus amigas presumiendo sus vestido de casas de alta costura, con sus gatas gordas dejándole pelos en las faldas, gatas de nombres franceses y patas cortas, con ese pelaje que a ellas no las deja respirar, y las tienen al borde de un acantilado.

El viernes dejamos de hablar, y para el lunes era hora de pedir la tregua, un receso necesario a la soledad que nos cautivaba, o que al menos me tenía justo al lado de Alicia, esperando que la llamaran, para que así hablara de nuevo. El lunes no contestó, maldición no contesto, y estoy segura de que estaba en su casa, porque en la mañana le mande el obsequio de los 17 pares de medias, y me respondió con un beso al borde del par número 17. Dijo que con 16 pares era suficiente. 

Pensé que quizás pedir taima el jueves fue lo más apropiado, para que insistir en darle forma a un objeto que poco a poco se ha venido deformando, como cuando dijiste que lo hiciste, que les escribiste cartas a las muchachas, y yo en casa preparando el té, y cuando llegaste en la noche, a eso de las 8 (siempre llegas a las 6) te hiciste el imponente y dijiste que quizás si tuvieras tacto pasarían meses y tendrías el cuarto lleno de mujeres, ni siquiera muchachas, sino de esas grandes mujeres, de las que caminan y agrietan el suelo, de las que me escriben y paso el día pensando qué les debo  responder.

La amenaza vino en un empaque rosado el que escribiste en otros idiomas que te acostarías con ellas, que les harías el amor, así, como se lo hiciste a la inglesa, borracho, drogado, con ropa y con tanta tristeza, como si al respirar su aire podrías hallar un poco de paz, o hacer las pases con tus pensamientos. 

El juego de ver quien es más destructivo para sí mismo es intrigante y realmente me conmueve, pensar que quieres abrir tus brazos y dejar tu cuerpo caer sobre el agua helada, así como lo hago yo, y ver como choca con las piedras, como palidece, y como pierdes la oportunidad de tomar el primer claro hacia la orilla. 

-¿y te acuerdas? cuando juntos fuimos a la ciudad satélite a matar el ciclo, tu tenías un arma de esas pequeñas que metiste en el bolsillo de tu suéter, y yo tenía el collar de perlas que me dio mi mama; y fuimos, los encontramos allí, sentados con las mismas tontas amigas de Alicia, vestidas de blanco, y les disparaste, dos, cuatro, ocho, y por mas fuego que hubo, y por más que huimos de la policía, por mucho que subimos El Ávila, el ciclo seguía allí, en el suelo creciendo así como las flores que nacen de la sangre, como tu culpando las noches por brindarte la parsimonia suficiente como para pensar que no saldrías de esta, que estabas atrapado de nuevo, en un agujero, como un fantasma. 

Por mi parte, yo, con un vestido amarillo crema, en casa de los ángeles, quizás este tomando sopa en las tardes y usando el chocolate como pretexto para decirle al catire que me ayude, que esto me esta carcomiendo, contarle toda la historia que forma parte del ciclo, pero no mencionarle que yo la intente acabar, fulminar, finiquitar. 

Y sin importar si te ibas en diciembre, justo cuando nos conocimos, justo el día después de quitarme la venda de los ojos y decirme que tus dedos enarbolaban satélites, en esta ciudad de muertos, con estos edificios ácidos tornándose opacos cada vez que paso en donde estuvimos y ya no estas, respirar al recordar tu nombre y el brillo en tus ojos cuando me preguntaste ''¿y como me llamare yo Sarah?, ¿cuál sera mi nombre? 

Por nuestra parte propongo decirle al oído al moreno que te extraño, que dormir en la cama de arriba fue un error, que lamentaba no haber oído tus gemidos cuando amarraste los 16 pares de medias y diste un paso al abismo, desde el mismo borde donde dejaron a Alicia, donde nadie la llamo, y luego de tantos años nadie la reconoció porque su voz era otra y eran ciegos, no tenían forma de saber que era ella y que tu estabas bajo la cama, frió, frágil, y yo tratando de atragantarme con el otro par, con el que tenia al borde un beso de tu boca, que ahora profanada, no es mas que un pasado errante del que me harás llorar, mañana, cuando escribas sobre esto. 

                      no bebas mi amor, no fumes mi amor, que apenas son las doce, y ya no puedo respirar. 



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