La maldita corriente
Habíamos bebido toda la noche, ay si, había sido toda la noche, ella
decía que era por su prima, la que se murió trágicamente, para ella fue como si
se fuese evaporado, porque creo (según lo que recuerdo) que no tuvo la
oportunidad de verla en las últimas ocasiones en que habían acordado, y cuando
estuvieron cerca de verse ella cambio sus planes (para verse con el) y lo dejo
todo así, sin finalizar; yo lanzaba mis brazos al frente, como golpeándolos en
el aire, y subía la cabeza hasta que sentía que se dormía mi cuello, cerraba y
abría los ojos y sonreía, sonreíamos, nos tomábamos de las manos, bajamos
corriendo las escaleras y corríamos fuera del estacionamiento, corrimos tres
cuadras enteras hasta que ella se detuvo y comenzó a llorar. Al ver sus ojos ser
engullidos por aquella tormenta de lágrimas y convertirse en un huracán rojo,
sostuve con mis manos el borde de su cara y le dije ''mírame'' estábamos casi
en medio de la calle, apenas podía verla bien y comenzó a
reír ''sest la vie'' dijo entre dientes, como susurrando, no pude contenerme
y reí, nos reímos.
De vuelta a estos días, a lo inimaginable si nos volcamos sobre la
visión del destino que se tenía hace 4 años atrás, despertando en una carrera,
tratando de quitar con agua las ganas de dormir, de escupir en el lavabo el
amargo sabor de una noche en vela, y luego ir a dejarse comer por los lobos, a
lanzar el cuerpo a lo que ayer fue lo mismo y seguirá siendo lo mismo, sin
cambios la vida es tan monótona. Lo gracioso del tema no es que ella haya dicho
''sest la vie'' como un susurro, ni que haya cometido el error de pronunciarlo
inapropiadamente, lo propio seria ''ce la vi'' (a modo de pronunciación) en este caso, lo divertido recae en el tono irritante que usa los martes, cuando le dá vueltas a su falda mientras
la sostiene por los lados, y gira, me mira, se acerca, tan cerca, así, que
siento su respiración, y se aleja ''untouchable, like a distant diamond sky'' y
voy hacia ella, le digo que esto me tiene enferma y aquí es donde se colma mi
paciencia y ante los días previos al descontrol, se avecina el desenlace de los
hechos: la manera inadecuada de decir las cosas.
Estos días no he hallado nada que materializar, solo lagunas
profundas, o charcos, si, charcos, definitivamente, esa clase de charcos que
ves a la distancia, te acercas, más cerca, un poco más cerca, y te das cuenta
que alrededor de el hay todo un sistema, pequeños animales, diminutas
plantas y un cielo, pero no el mismo cielo de cuando es sábado y estamos libres (cuando digo estamos, somos ella y yo) y jugamos a sentirnos bien, ay por favor
tu sabes, eso de dar lastima por ahí, bajando las cejas, entrecerrando los
ojos, colocando la típica postura de abatido, buscando el ''qué te pasa'' ''qué
tienes hoy'' ''estas diferente'' para luego proceder a inventar una historia en
que todos son culpables, sí, mi mama es la culpable, no, no, mis papas son los culpables,
mi amiga es la culpable, mi pareja es el culpable, la sociedad... y luego
buscar contenido gráfico el cual represente lo miserable de la situación,
¡claro! una foto con una frase bastante subjetiva, típica de una persona
introvertida y un fondo que no tiene relación con lo que se dice, para
continuar dando lastima a niveles de intención, es decir, de forma no directa.
No, nosotras lo pensamos, una y otra vez, todos los días, acerca de cómo
redactarlo, que palabra podría sustituir a otra para sonar bastante rebuscada y
como si me la supiera de memoria y la usara todos los días, y nos acostamos
juntas, con mis piernas sobre las de ella (ella si me deja) y le empiezo a
hablar de cómo se siente, que palabra logra describirlo, cómo lo ambientaría,
el color que visualizo, la cantidad de luz, el olor y la sensación en la punta
de los dedos. Luego para hacer la situación un poco más pesada tendemos a
pensar en otras cosas, y así, se nos olvida al paso de los días y nunca hacemos
nada, lo dejos así, sin finalizar. Sin embargo somos bastante alegres, damos
los ''buenos días'' por la mañana y cuando son las doce le recordamos a las
personas que dan los ''buenos días'', que ya pueden decir ''buenas tardes'',
nos reímos antes de abrir la puerta de vidrio, para que luzcamos en confianza,
en la zona de confort, y no quedemos como tontas a la hora de halar y luego
mirar que decía ''empuje'', lo mejor es cuando vamos a cruzar la calle y no es
el rayado, tendemos a sonreír y agradecer entre dientes al conductor, no todas
somos dignas de un frenazo a ultimo tiempo. Lo mejor de nuestro caso es la
calidad y no cantidad de felicidad que nos invade, lucimos henchidas de
alegría, y somos capaces de escupirlo sobre quien sea. Ya los viernes, cerca de
la noche, tendemos a pensar en sus sonrisas, en lo asqueroso de las
comparaciones y en las cosas por las cuales brindaríamos y nos embriagaríamos
hasta estar una encima de la otra diciendo que no podemos respirar (aunque así
tienden a ir los días)
Cuando abandonamos nos vendamos los ojos con amargura
y si tratan de regresar díganles que no les necesitamos
podemos seguir solas sin premura a través de los días
y si tratan de regresar díganles que no les necesitamos
podemos seguir solas sin premura a través de los días
hasta que queramos ver hacia atrás
y ahí nos sostendrán los hombros y batirán nuestros cuerpos
para decirnos que no hay manera de volver hacia atrás, y ahí, ahí
de manera necia y arbitraria, como gritando por dentro
nos daremos cuenta que abandonar es fácil pero regresar y ser rechazado
es lo peor
he ahí el ser dejado, el ser desamparado
Pero a nosotras no nos importa, a mí no me importa, le iba a escribir de
traición a una mujer; de mujer a mujer, le iba a escribir de amor a un
desconocido; de mujer a ilusión, le iba a decir adiós a un conocido; de mujer a
mejor amigo, y también, quería decirle a una mujer que me estaba traicionando a
mí misma al apuntar reuniones con ella; de un hola a un adiós.
Si le escribía sobre su traición, mencionaría que lo que la caracterizo
fue lo inesperado, no lo vi venir, o sea, dos días previos me miro justamente a
los ojos, y me dijo con ese tono de plena credulidad ‘’por qué no me dijiste
mami, tú me puedes decir’’ para tenerme a sus pies, mientras los míos daban
hacia el aire, y desenvolver mi pergamino de confesiones, esas que tienden a
hacerte llorar porque te presionan la garganta; te cuesta tragar. Una vez dicho
todo, luego de la dulce despedida (la acompañe a buscar unas flores) ella me
paso un mensaje, uno de esos post-deepconversation y aclaró el término ‘’dime
mami’’; era un simple ‘’puedes confiar en mi’’ lo recuerdo, en ese momento con
indiferencia pero ahora con una tremenda amargura. La confesión fue repartida a
la población luego de un posible viernes de tragos y amigos nuevos y la
traición se dulcifico un más, cuando le busque para aclarar el panorama y ella
ignoro los gritos desesperados por no perderla, por no dejar las cosas así, sin
finalizar.
Escribirle sobre amor a desconocidos a veces suele ser mi especialidad,
a veces es mejor los sonetos de adoración para quien no te ha lastimado en lo
absoluto (por que no ha tenido tiempo) ya que es un desconocido, simplemente
descontrola lo apaciguado de tu día cuando no te escribe y te hace pensar en la
vasta cantidad de hermosas palabras que le enviarías, en cómo darle los buenos
días, si a las 9 porque duerme mucho o a las 6 porque se tiene que ir a
trabajar, si decirle buen provecho o invitarle a almorzar contigo, decirle que
lo quieres ver, esperar que te diga que sí, pero en el fondo quieres decirle que
irías hacia su encuentro sin duda alguna, como un relámpago yendo a besar la
tierra, y caerías en sus brazos, escondiendo tu cabeza entre su hombro y su
cuello para tomar una dulce bocana de aire llena de su aroma. Si le escribiera
de amor, le diría que las circunstancias que nos llevaron a estar juntos son
débiles, que venderle mi personalidad, mi carácter, mis pensamientos e ideas,
mis metas y mis planes, venderle mis palabras, la forma en que las digo, mis
expresiones, mis costumbre, mis gestos, el sonido de mi risa, la forma de mi
cara cuando le intente hacer reír, ay Dios mío, Dios, venderle eso resulta ser
lo más difícil por lo que he tenido que atravesar, pensar que podría
disgustarle algo y tumbar del podio todo lo demás, o que por un día en el que
trate de alejarme, alejarme para dejarle buscarme, el consiga alguien que no
tenga que venderle nada porque sin darle una noche se lo dio todo, cuando
camina y a el le gusta, cuando lo mira y la mira de vuelta, jugando con sus
ojos entre el espacio, como si se amaran de toda la vida, pero no, no resulta
suceder, porque las horas pasan y no sé si sentirme mal porque no fui la última
en responder o preocupada porque no respondí tratando de alimentar el orgullo; ¿desde cuando ando yo muriéndome de amor o por amor, o por un amor?
He despedido a mí conocido ya dos veces este año, la tercera es la vencida,
como suelen afirmar. Le dejo ir porque abro las puertas a mejores
experiencias, al sentir, al ser. No tengo razones concretas, creo que lo que se
ha venido callando es eso que ahora está por decir, pero al igual que muchas
situaciones, hay muchas cosas que better remain unsaid. Porque al mencionarlas,
al poner el fuego en la cuerda, se disparan las emociones y aquello se
desenvuelve a ritmo de fuegos artificiales, y nos herimos, como ellos en la
mañana al otro lado de la pared, nos herimos como la otra noche cuando nos
gritamos, como cuando nos quedamos callados en aquellas ocasiones y preferimos
reconciliar las palabras por medio de un arbitrario afecto que no era necesario
para suplir una buena charla. Me cohibía, me cohibías mi querido amigo, me
apretabas solo para ti, me apretabas tan fuerte que sentía mis cotillas
tocarse, mis entrañas ser exprimidas y un pequeño grito de ayuda ser tu
consuelo, creías que yo era de plástico, así como tú, como tu pequeña casita de
poliestireno, y me exigías el cambio, ‘’habla más’’ ‘’dime que es lo que
quieres’’ ‘’dime qué no te gusta’’ me obligabas a demostrar, sin necesidad de
una fuerza que impulse la sensación de que lo imponías, sino los minutos
restantes entre el final y la despedida, cuando hacías la típica cara de
vencido, como si lo que hiciste fue insuficiente y es tu culpa hacerme sentir
miserable. Y nunca tendrás la más mínima idea, de cómo se siente, si, Dios, es
como besar un ángel y balancearse en el cielo, ser así, de carne y hueso,
desinhibirse, concentrarse en nada y sentir las manos del amor rozar tu
cuerpo, decirte al oído que le encanta cómo te sientes, oír como cruje la cama
cuando el primero se levanta en la mañana, el sabor de los besos que tuvieron
tantas ganas de entregarse, ni idea, ni idea tienes de lo que es ser, así, ser
sin más ni nada, bailar sin miedo al ritmo de quien tiene tus manos y
sostiene tu mirada, sentir el calor de un cuerpo abrazarte porque quiere,
porque le nace y no porque debe hacerlo, porque sentir y ser es demasiado humano,
poco plástico.
Esta mujer me hace pedirles que centren sus flujos artísticos en
visualizar un cuadro, una imagen bastante nítida, con todos verdes y purpuras,
con poca opacidad, y hay un lago, un hermoso lago, extenso,
amplio, de aguas oscuras pero apacibles, rodeado de juncos, de los que nacen
flores moradas, blancas, y amarillas. En la parte central de la imagen se puede
apreciar el horizonte, como si el lago no tuviera fin, el sol está arriba a la
derecha, no hay nubes pero es un sol de 6 de la tarde en primavera, en Mayo,
cuando es suave y te abraza en la penumbra. Y ahí, en el lago, hay una canoa,
¡mujer! hay una canoa, muy chiquita, que reposa tranquila en el agua, como
esperando un aire que la lleve hacia el horizonte sin fin, como si de allí
pudiera llegar al sol. Maldita canoa y maldita corriente, las palabras de esta
mujer son blasfemias, obscenidades, un desprecio absoluto por lo humano y una
afinidad que me resulta en desdicha, si, una afinidad por lo material, por lo
banal, por lo pueril en lo mundano; me da asco, que los desacredite por pobres
o humildes y se diga a si misma culpable o se llame víctima, cuando un hombre
no la usa como ella quiere porque no se presenta como una mujer.
En esa canoa estoy yo, estamos nosotras (siempre estoy con ella)
acostadas mirando al cielo, con los brazos cruzados y en ellos apoyando la
cabeza, y viendo cómo se despide la tarde, si, como un viejo amigo, viendo así,
como nos sentimos vacías por un amor que no nos corresponde, dejando que la
herida resultado de la traición sangre, como si fuera un maldito cuento de
Horacio Quiroga y si estemos así, A la deriva, dejando que esa mujer y su
cabello revoloteándonos, agite el aire causando olas, olas que empujan la
canoa, Dios amor, Dios traición, Dios amigos, empujan la canoa, y va hacia el
horizonte, el sol pasa a estar en segundo plano y pueden verse sus ojos
tratando de visualizar la imagen, como si estuviéramos dentro de un cuadro de
vidrio y nos vieran irnos hacia el vació, porque si, ¡estamos en la orilla!
cerca del final, gracias al lago, a la herida que no deja de sangrar incluso
ahora que estamos cayendo al vacío, y si, es esto, es la maldita
corriente.
s.p. c'est la vie
s.p. c'est la vie
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