A menos que sea de mi.

Acábame, haz que me gaste, que no quede nada de mi; redúceme a un montón de desechos, como si fueses hecho conmigo (exactamente lo que quiero que hagas) lo que te dio la gana, como si estuviese agonizando y fueras cierta bacteria mortal que me llevará de ser una moribunda a que hagan de mi actos póstumos, por lo que nunca logre conseguir. Quiero que me grites, que me hieras, que me mires... y toques mis manos, te rías de ellas, te inclines para simplemente hacer un gesto y lograr percatar que yo lo capté, que lo tome con mis manos como si fuera algo concreto, y lo estrujé, lo aplasté, y te corresponda; morderme los labios hasta sangrar, para que el poco cabello quede en tus manos, que tu mano derecha esté bailando en mis muslos, y entonces dejas de inclinarte, y en lugar de emplear tus gestos le das lugar al mejor juego de tu vida... que pidas con tus ojos, podría ser sublime si tu voz no acompañara la melodía que produce el choque de tus labios, pidiendo, gritando, exigiendo, deseando algo que sin duda alguna tendrías que luchar por conseguir. Y me haces cambiar la manera en que suelo aplicar el significado de cierta palabras, tu sabes, decirme que podría mover un poco la cabeza, visualizar la mayor cantidad de perspectivas posibles, y dejar caer mi mirada en la mano derecha, para ver como te fijas en la mesa mientras hablas y te sonrojas, mientras dibujas cuadros y figuras geométricas que nunca, jamas, ni en un millón de años (de vida, de luz, de ti) lograrían compararse con el matiz, la textura y la gama de colores que definen tus ojos, que no dicen nada de ti pero hablan conmigo, recordándome que aun queda algo por finiquitar, por separar, por destruir...
Mañana.

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