Tenemos 15 años.

Mía.
Por Rubén Darío.

Mía: así te llamas.
¿Qué más harmonía?
Mía: luz del día;
Mía: rosas, llamas.
¡Qué aromas derramas
en el alma mía,
si sé que me amas,
¡Oh Mía!, ¡Oh Mía!
Tu sexo fundiste
con mi sexo fuerte,
fundiendo dos bronces.
Yo, triste; tú triste...
¿No has de ser, entonces,
Mía hasta la muerte?

Y cada vez que me acuerdo de ti (pasa muy a menudo) , me acuerdo de lo que sentía, de estas ganas desenfrenadas por amarte tanto, por abandonarlo todo y regalarte cierta parte de mi que sé que te pertenece, convertir tu nombre en poesía, regalándole a las flores un poco del aroma tan peculiar que dejas en mi cuerpo cuando me abrazas, ya que ninguna flor podría igualar las reacciones de mi cuerpo al defenderse de lo irresistible de tu mirar, o de la forma en que frunces el ceño porque la situación no va como lo planeabas, cuando no sé que piensas (quisiera saberlo) y citas alguna canción estúpida mientras realizas aquel movimiento de manos tan particular, ¡Dios! no sabes, no puedes ni imaginarlo, cuanto anhelo ser de nuevo tu mayor deseo y que cada aspecto oscuro de vida se haga a un lado debido a todas los colores y energías que me incitas a irradiar, y me siento tan vulnerable, tan débil, tan poca cosa, cómo una mujer tan como yo, con todo lo que pienso y digo, con todo lo que tiento a dar de hablar, podría perderse en un espacio de tu firmamento, podría abandonar lo que un día fue su mayor propósito y permitir que ante tantos días de amor los sietes prevalezcan siete días de exquisita gloria. Y honestamente qué crees, que podrías imaginarlo, quizás simplemente hacerte una mínima idea de cuanto me importas, de todas las poesías que me incitas a gritar, de todas las ganas que se apoderan de mi por tan solo ir a tu encuentro sin importar la hora, porque sé que estarás ahí esperando por mi, y que así, tan arrogante como eres, se me haga imposible discernir entre eso y otra cosa ya que todo lo que veo de ti es todo aquello que estos días me ha hecho sentir tan viva, tan feliz, demasiado alto, y qué hago, si ni siquiera he hallado manera alguna de sacarte de mi mente, de evitar mirar las delgadas lineas que definen tu rostro, la infinita gama de colores que se revela al mirar cómo cambias de animo tan incesantemente, la forma en que me pierdo pensando que lo que dije estaba mal, que probablemente tu sí que me das qué pensar ¿Qué hago yo contigo?   ¿Qué hago yo contigo? ¡Ay mi amor!  ¿Que hago yo contigo?  repetiría lunáticamente toda mi vida, si tan solo tendría que vivir refugiada en un secreto y en lo divido de la tentación. Lo quiero, hallar las palabras menos técnicas, menos complicadas para que entiendas en su máxima expresión todas las manifestaciones de mis sentimientos, lo mucho que quisiera saber que piensas, obtener una concesión completa de aquel montón de basura que perturba tu alma, y enseñarte a amar el arte de poder escucharte hablar todo el día de lo que quieras, de mirarte una y otra vez mientras juego con los pensamientos y descifro un montón de claves que probablemente no me sirvan para nada porque tu prudencia hacia lo que sientes me regala un viaje gratis hacia lo que no comprendo; y te deseo, te deseo como nunca he deseado, pero tu sabes, sacarte de mi mente resulta imposible, no me creas, cómo querría verte desde otro plano, cómo querría dejar de pensar en ti, si tus ojos me cantan todas las mañanas y tus luces se despiden todas las tardes de mi, ¡ay amiga mia! jamas le diría al cielo cuanto te amo pero Dios ¡cómo me gustas!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Peter de mayo

Al otro lado del río y entre los árboles

Cuentos de luz en un cuarto de oscuridad en Amanda 215