Lo que piensas de mi
Sombrilla, paraguas, para-aguas, cosas
de esas, pintalabios o pintura de labios o escarcha, Av. Panteón, Av. Baralt,
realmente es el este, Distribuidor Metropolitano. Yo a dos túneles, tu después
del Humboldt, el cerca de dos ríos, donde hay mucha agua. Adamas, Aubrey y
Peter, Peter cariño, ay Peter perdón. El filtro se queda pegado a la
saliva que poco a poco se seca en sus labios, y es gracioso como habla y se
mueve, parece que estuviera pegado con algún tipo de líquido oleoso,
transparente. Donal, como hoy hace un año, con una fisura en sus dientes.
Serpientes, el Ávila, hermosa, en la mañana verde.
Yo
soy control, muecas, ademanes, botones de silicón sobre un circuito quemado,
independencia, libertad, eso soy, un hermoso palajito o pajalito que se posa
sobre las varillas de la ventana, con las plumas tan amarillas, tan rosadas, y
tomo decisiones, soy grande e independiente, entonces decido volar, y Adamas se
ríe cuando con el pie izquierdo pego un zapatazo del demonio y los pobres
pajalitos se asustan tanto que se enredan unos con otros mientras despegan,
vuelan de donde creen que acaba de estallar un planeta, que se quema una ciudad
completa, porque ascienden y se van muy lejos, pero como Peter los alimenta,
los muy masoquistas vuelven al mismo lugar, y es repetitivo, les pego el mismo
susto.
Soy un fenix, una ave con plumas de
colores, y tan pobrecita, ay pobrecita, que chiquita eres rayito de luz, la
locura parisina y Caracas luce quemada, eres elocuente pero estas siendo
olvidada, mira pues, take a look. Yo meneando las plumas y el bajando conmigo
por una de esas calles sucias y terriblemente transitadas, le mencioné que
quería de vuelta mis libros, ya es casi navidad y todavía no los he leído,
después de dejarlos bajo su almohada, para que consultara y oliera entre sus
páginas lo que durante esos días no me atreví a comentarle. El reloj daba las 6
y el humo se sentía en las calles —Entonces
a las 11, te doy tus libros and you can go fuck yourself— dijo Donal, mientras manoteaba en el
aire.
and
you can go fuck yourself and you can go fuck yourself and you can
go fuck yourself
Pero por qué, si él lo hace tan bien,
tomaba las pobres alas de los pajaritos y les arrancaba las plumas, mientras
ellos chillaban, Donal arrancaba cada pluma, desde la más larga, verde y
hermosa hasta los retoñitos de plumas, chiquitas y rosadas, incluso las
pequeñas pelucitas de plumas que estaban en el interior de sus alas, arranco
todo, para luego, mientras los pajaritos lloraban y el reía, agarrar su
diminuto cuello entre las dos manos y tacatá, romperlo en dos de un solo tajo,
voltearlos para verter sus jugos gástricos y mojar a cualquier persona que
pasara por ahí. Entonces lo interrumpí cuando los chirridos se tornaron
insoportables—Yo solo quería ayudarte—le dije, al mejor estilo elocuente de
cuando Caracas no estaba quemada —Tu
ya no eres nada, pequeño pajarito, me hablas mientras tengo tu cuello en mi
mano, pero yo no soy Peter, no seré lo que hiciste con Aubrey, yo no soy eso,
así que away with you, you can go fuck yourself—dijo, y me retiré.
No era cuidadoso, en lo absoluto, y mientras veíamos las estrellas desde el otro lado del Ávila, me decía que parecía de película, miraba directo a mis ojos, con sus preciosas piedras casi verdes, yo que soy fantasía, me miraba con esas preciosas piedras, que se ocultaban debajo de tanto cabello, de pestañas casi doradas y de una voz narcisa que cuando se vuelve grave y gutural hiere, con agujas pincha globos y pam, pam, hiere, pero cielo, mi vida, tan hermoso desde el piso ese de allá arriba, tú no eres así, eres tan dulce, debajo de las sabanas te ves tan dulce, conmigo sobre ti gimiendo y llorando te ves muy dulce, con tu lengua en mis muslos, en el cuello, en la espalda, en la lengua, en el ojo, con tanta soberbia y miedo y la boca tan grande, tantas groserías, y el odio, el rencor, ay cielo tienes tanto odio y rencor.
Caracas se quema, Dios mío se quema,
hay fuego en todas las casas, en los balcones, en las terrazas, de las
ventanas, no hay ni una casa donde no haya una cortina anaranjada saliendo por
entre las rendijas, y los pajaritos vuelan sobre el humo, buscando la montaña
como refugio, con los ojos llorándoles porque la desdicha les saca lágrimas, y
Peter en un lago rodeado de sirenas, llamándome desde el café de Altamira,
donde nos vemos en secreto cada tanto, aunque ella lo sabe (y él sabe que ella
sabe) que yo soy su favorita, por eso con esta llamarada él me solicita y yo
voy a su encuentro, esquivando las llamas, llego a donde está y le sonrío,
espero que el fuego seque sus aguas y quede solo, sin criaturas de cuentos de
fabulas y morenas con nombres extraños, besándolo por la mañana, arrebatándole
todo este tiempo, en que debería estar a mi lado, junto a mí.
Peter perdóname, no debí dejar que murieran los pajaritos, Peter perdóname, los deje volar desde La California hasta alguna avenida de esas, me ahogo en esta humarada, una visión apocalíptica que no me deja dormir, el cuerpo adormecido tras la derrota, un meteorito fulminante, la típica ola de ensueño que se traga todo lo que está atravesado en su camino, la falda de Angela, sus ojos verdes acabando con mi paciencia, la placa de cemento del piso de arriba apretujándome, aplastándome, no puedo respirar, y todas esas quinceañeras con las piernas abiertas, Peter, fueron tantas mujeres.
Quisiera que todo fuera
como antes, tener dieciséis y andar por ahí tomados de mano, acurrucada en la hamaca,
viendo la lluvia de abril y llorando entre risas porque fuimos ideales, somos
ideales, ahora con casi veintisiete girando en fantasía y tu saltando de
edificios, quedando de dieciocho, las casas quemándose Peter, ya no es como
antes, Caracas se quema, se quema y se lleva los domingo de café que pasábamos
en La Central, y la casita con flores que visitábamos en Chacao, Peter se
acaba, no hay nubes, no hay agua, tus sirenas...
Viernes y ellos cantaban Aerosmith, y
yo era la única con alas sin plumas, me quité la camisa y bailé, bailé mientras
una botella de vino decoraba mi mano, crazy, crazy, crazy, y el vómito era como
el de los pajaritos pero me lo sacaba yo solita, y esos nombres se iban por el
desagüe, Aubrey, Adamas, Peter, dos mil doce, dos mil once, dos mil catorce,
and you can go fuck yourself, away with you.
Ay Peter las sirenas, las sirenas
conversan con los pajaritos, para que emprendan su vuelo sobre Caracas, Caracas
devastada, acabada, quemada, los pajaritos van sobre ella mientras son las diez
de la mañana y yo voy por esa calle sola y fría de Los Chorros, y siento gotas
en mi nariz, saladas, diminutas, que van decorando el panorama y la calma se
extiende, el fuego cesa, disminuye; los pajaritos con sus lágrimas vuelan sobre
caracas, y con sus lágrimas detienen el fuego pero Peter vuelve con las
sirenas, y Aubrey sigue en el mismo lugar, crucificado, paso a su lado, en lo
''relativo del espacio y tiempo'' a muchos metros de él paso a su lado, sin que
los dos lo sepamos, nos tocamos en el espacio, nos acariciamos mientras nos
maldecimos, y los pajaritos que quedan van volando sobre Caracas, de este a
oeste, de túnel a túnel, desde donde no se ve el Humboldt hasta donde el Ávila
enfría sus faldas, y cesa, se acaba el fuego. Yo me alejo, me disipo con el
humo, porque soy de esos pajaritos que en lugar de irse luego del susto, volví
a la mano de Peter, a las rendijas de la ventana.
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