Pero yo no quiero.

Me pongo un vestido largo, de esos que me gusta, con los flecos bailando en mis hombros y la espalda un tanto cubierta, bien tallado en la cintura y con aquel vuelo celestial que desvanece en crema a la hora de girar y buscarte entre la multitud. Me miro en el espejo, y como cosa rara qué sé yo por qué, trato de divisarte entre tanta gente que se refleja en éste; ha pasado tanto tiempo desde la ultima vez que platicamos que parece que verte ha sido una primicia estos dos días. Besaste mi mano como solías hacerlo, te inclinaste y me llamaste hermosa, así como cuando estábamos tomando un baño tan lejos de la playa, así como cuando te detuviste entre risas y me miraste, me miraste con ojos de honestidad, de ternura y amor, y me dijiste que realmente era hermosa, que todo eso que yo consideraba ''feo'' era hermoso para ti. Recuerdo cuando estábamos horas acostados en tu lecho, y el tiempo se iba en mirarnos, sin decir palabra alguna, nos mirábamos, y me decías que me amabas. Yo me acuerdo de muchas cosas, de demasiados eventos, de quienes estuvieron, que hicieron, cómo vestían, recuerdo nombres y me encanta hurgar en mi mente para relacionarlos con sus respectivas caras, me gusta saber que todo este tiempo (tuve que aprender a hacerlo) lo he llevado como un tema trivial, sin dejar que en lo mas mínimo me haga sentir una persona de esas que esta mucho tiempo recordando, porque a pesar de que recordar sea como viajar en el tiempo, es una actividad un tanto sobrevalorada, que deja rastros de arrepentimiento y ansiedad, que tiende a pedir como paga que nos olvidemos un tanto de lo que sucede, y que el futuro sea visto como un paisaje nublado imposible de discernir.
Te comente que ahora la situación había cambiado, gozaba de un empleo y era capaz de decir que administraba yo misma todo lo que a mi respectaba, mencione que me sentía feliz, feliz porque resolví el conflicto perteneciente al tema de que mi vida nueva ante mis ojos era vista con un poco de recelo; me tomaría un tiempo adaptarme. Me despierto muy temprano todos los días, y así como le sucedía a los mayores, ahora cuando puedo dormir lo suficiente igual me despierto temprano. He aprendido uno de los artes de la vida; callar. Estoy segura que lo aprendí de ciertas maneras muy poco frecuentes pero fueron las medidas vastas para darme la seguridad de que lo he aprendido, o al menos que lo tomo en consideración lo suficiente en el transcurso de los días. Decirte que no me desprestigio estaría de mas, porque creo que ha sido bastante claro para ti a lo largo de esta semana, tanto así que también he aprendido a agradecer; agradecer es reconocer, valorar, disfrutar y no dejar marchitar. Y si bien es cierto que la condición humana a nivel racional suele ser bastante subjetiva, y se contradice en su máxima expresión, podría decirte que el tiempo no ha sido un factor que este en mi contra, así como antes solía estarlo, bien sabes soy una mujer bastante capaz de reconocer el error que estoy cometiendo, pensar cómo podría enmendarlo y sin embargo seguir adelante con éste, y creo que gracias a eso el tiempo estuvo nadando contra mi mientras yo saltabas las etapas. Luego de un par de meses de tu partida, del día en que te vi por la ventana e ibas ya casi engullido por la neblina; aprendí que reflexionar no es como solíamos hacerlo en la escuela, y que toma mucho tiempo llegar a desarrollar simpatía por las condiciones abruptas en las que nos asentamos luego de tomar decisiones inesperadas, basadas en caprichos y llenas de egoísmo. La decisión de dejarte fue lo mas conveniente ante los cambios que sobresaltaban nuestra vida, yo tratando de adaptarme y tu buscando en todos los rincones el signo de interrogación que cerraba la pregunta de quién eras, qué querías, cómo se detenía tanto con tan poco. No respete las etapas, deje que me envolviera la vida en el sin fin de sinfonías que tienden a dejar a las personas sin reservas para pensar, tu sabes, esa clase de persona que soy cuando no controlo lo que realmente debo ser, la que trata de olvidarlo y seguir adelante con un tumulto de peso en la espalda, la que ve las luces en el pavimento mientras llueve, va a 120km/h  y quiere abrir los brazos y cantar canciones.
*Se supone que seguiría, pero no hallaba con qué seguir.

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