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Mostrando las entradas de febrero, 2016

En nostalgia

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 martes, 23 de febrero Es una pena vivir en nostalgia, como si de alguna forma no estuviéramos en el lugar que estamos y vamos yendo de un lugar a otro, apagando cigarros, sangrando, viendo como de la sangre crecen flores, flores rojas, delicadas y para el alma sublimes. El tiempo ha pasado como si nada y tengo ganas de cortarme el cabello otra vez, de llamarte y preguntar por tus problemas, de llamarte y llorar porque no estas, o llamarte y maldecirte, decirte que te odio otra vez, que en serio te odio, y colgar, sentarme, respirar y atribuirle las acciones impulsivas a la ansiedad, decirme a mi misma que todo esta bien y continuar pensando que este baile en la calle esta fuera de lugar, que el humo me ahoga y no deja de llover, Aubrey, no deja de llover. Lloras, gritas, me empujas y me sostienes con tus manos, las pones al rededor de mi cara y me dices que no entiendes por qué ''carajo'' no entiendo, desistes y me pides que me calle, que no responda, y te vas,

El pasajero de Truman

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Francisco Suniaga, 2008. Cuando pedí la baja militar, no regrese a los Andes porque Caracas ya se me había metido hasta los tuétanos. La encontraba preciosa; conservaba su gracia de vieja ciudad colonial y era mucho más pequeña que el valle del Guaire. Usted también se vino del Táchira en esa época, de manera que sabe de lo que le hablo. ¿Se acuerda? Uno subía al Calvario o a la Escuela Militar y podía ver la ciudad completa, blanca y roja, cobijada por la montaña del Ávila, alta y verde. Parecía un pueblo andino cerca del mar Caribe, que para nosotros, criados tan lejos de él, era una obsesión. Eso de crecer con la ausencia del mar, usted lo sabe, es un vacío muy grande. Uno de los recuerdos imborrables en mi memoria fue la primera vez que fui a La Guaira y pude verlo. Aunque podía ir por tren, y era incluso más barato, me recomendaron que viajara por carretera pues la vista era mejor. Tome un bus en Caño Amarillo y comencé ese viaje que tengo aún muy vivido en mi mente. Cuando

Los anillos de saturno

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'' ¿Que vamos a hacer contigo ?''  Nos conocimos en diciembre, cuando las tiendas estaban decoradas con luces y muñecos de navidad, cuando todas las casas tenían la típica decoración decembrina: el árbol, la corona en la puerta, los cojines verdes y rojos para el mueble de la sala y la alfombra con muñeco de nieve en la entrada, pero por dentro se sentía como si el tiempo se hubiese dejado de medir mucho tiempo atrás, y no era diciembre, ni siquiera estábamos cerca de diciembre; era otro mes, otro tiempo, otra medida. En los vasos no estaba el mejor whisky del mercado, y los pasapalos estaban a medio hacer, los dulces no eran blancos y rojos y las ganas estaban por el piso, como el reflejo de las lucecitas en el porcelanato blanco. Ese día de mi cumpleaños acordamos sin conocernos habernos encontrado y así, de forma poco premeditada, fuimos a dar juntos, a colisionar como pintura y lienzo, a compenetrarnos el uno con el otro y disfrutar de las horas como si fuer