A un comunista.
Mi abuelo murió hoy, junto con decenas y decenas de personas que mueren cada día. Su historia no tiene nada de especial; no fué un doctor, un cantante, un abogado, mucho menos un político con dinero, pero puedo asegurarte que de tanta vida vivida le quedo una historia envidiable. Intente contables veces acercarme a él con la intención de hablar sobre su pasado, un poco de aquellos días, un poco de lo que sabia. Intente infinitas veces hacerle reír, porque sabia yo en el fondo, que dentro de tantos años respirando hay cien años más que se han vivido sin aire. Mañana hubiesen sido sus 93 años, sus noventa y tres Febreros, sus 93 vidas. - ¡Vaya lugar para morir! -pensé hace un tiempo cuando luego de tonos de Fa bebiendo café bailando, su cuerpo reposaba en un rincón donde cualquiera lo pasaba desapercibido, donde solo aquellos con la intención de verlo, se percataban de aquel sin fin de hechos, de aquel retazo de historia que como otros, famosos, ricos, pobres, lo perseguía la misma