No sé.

Ese día cambiaste de idea, dijiste que te fastidiaba mucho leer, que te irías a Geneva y usarías un vestido color lavanda que yo debía quitar para ti. No sé si lo hablamos, no sé si sucedió, no sé si fue ese vestido o si paso en mi imaginación. Pero cuando me abrazaste por última vez y citaste a Cortázar no hubo otra opción en aquella atmósfera de tensión que yo había creado. No sé si el vestido era color lavanda o si ese lugar era Geneva, pero cuando dijiste que era mi imaginación y que podía desnudarte si quería, yo solo pude visualizar un vestido Geneva y un viaje al color lavanda. Y ahí estabas, olías a pasado mientras mis dedos se deslizaban en tu cabello y decías que así fueras Venus de Milo, cuando yo entrara a tu universo tú me abrazarías. Recogiste tus dos horas perdidas e insististe en irte antes de las 3, porque mientras tú hablabas yo solo podía imaginarme todo lo que podría pasar, si tan solo lo que dije anteriormente hubiese pasado. La verdad es que nunca hubo dicho vestido lavanda y mucho menos una Geneva para mí, pero la satisfacción de oírte gritar mi nombre es una dicha que me hace recordar lo narcisista que eres, lo débil que soy cuando te despides con un tolerante apretón de manos, lo exquisito de imaginarte diciendo que tampoco sabes nada porque yo pierdo el tiempo imaginando.
Ambos nos volvimos victimas del otro, y mientras yo quería que fueras mía tu solo citabas al maldito de Cortázar, tu solo seguías vestida, yo solo intentaba entender por qué no era posible irnos a Geneva o comprarte un vestido color lavanda, o pelear con tu cabello por caer en mi cara cuando decides darme la espalda cada vez que te enojas. No sé si llegaré un día a conocerte o si ya te conocí, no sé si tus ojeras son insomnios anunciados o que malgastas la noche conmigo haciendo el amor, no sé si aún estas esperando en mi cama vestida o si aún yo debo volver a Geneva porque el polvo que había en tu casa te hace imposible respirar.
Me voy de vuelta a los días de hace tres horas, a los días en que nunca supe si eras tú de verdad, en que cantabas a todo pulmón algo de los Beach Boys y decías que tendrías más clase y gracia cuando yo intentara descifrar lo ambiguo de tus ideas; y te besé, no sé si sucedió un jueves, si eran las 3, si aún era mi imaginación o tú en mi cama vestida otra vez, intente recordar pero no sé mujer, no sé.
Comentarios
Publicar un comentario
¿Qué opinas? Deja un comentario.